174,844 |11/11/2019
Li Ming’ai es una cristiana de la China continental. Es una mujer de carácter recto que respeta a sus suegros, ayuda a su esposo, educa a su hijo y tiene una familia feliz y armoniosa. Sin embargo, en China, donde el ateísmo ejerce el control, el Gobierno comunista chino siempre detiene y persigue sin control a las personas que creen en Dios. En 2006, Li Ming’ai fue detenida y multada por su creencia en Dios. Cuando volvió a casa, la policía comunista china a menudo los amenazaba e intimidaba a ella y a su familia e intentó impedir que Li Ming’ai siguiera creyendo en Dios. Un día, mientras estaba fuera de casa en una reunión, fue denunciada por un informante. La policía acudió a su casa para intentar detenerla. Desde entonces se vio obligada a abandonar su hogar y la vida de Li Ming’ai empezó a transcurrir de escondite en escondite y huyendo de casa. La policía comunista china sigue sin dejarla en paz: siempre vigilaban su casa y esperaban la oportunidad de detenerla. Una noche, Li Ming’ai vuelve a casa a hurtadillas para ver a su familia, pero casi de inmediato la policía se apresura a detenerla. Por suerte, alguien la avisa y Li Ming’ai escapa al desastre.
Tres años después, mientras practica su fe y desempeña su deber lejos de casa, es seguida y detenida por la policía comunista china, que lleva a cabo torturas y tormentos inhumanos con ella y utiliza el cariño familiar para tentarla. Hacen uso de amenazas como negarle a su hijo el derecho a asistir al colegio y bloquean el futuro acceso al empleo público que pueda tener el niño para intentar obligarla a abandonar su fe en Dios, a traicionar a los líderes de la iglesia y a dar a conocer las finanzas de la iglesia. Durante este tiempo, Li Ming’ai ora a Dios y deposita su fe en Él. Encuentra esclarecimiento y guía en la palabra de Dios. Soporta la tortura y el tormento infligidos por la policía comunista china, comprende los trucos de Satanás y decide no traicionar a Dios. Permanece firme testigo de Dios. El interrogatorio de la policía comunista china no da fruto y la humillación los enfurece. Llevan a Li Ming’ai a su casa en el pueblo vestida con ropa de reclusa, exhibiéndola para que todos la vean. Lo hacen para humillarla y después intentan hacer que sus familiares la tienten a traicionar a Dios y vender a la iglesia. Li Ming’ai se enfurece por cómo los comunistas chinos atribuyen las dificultades de su familia a su fe en Dios. Llena de justa indignación, airadamente saca a la luz la malvada realidad de cómo el gobierno comunista chino detiene y persigue a los cristianos. Afirma que el verdadero destructor de las familias cristianas es el Gobierno comunista chino, que es el archicriminal que trae toda suerte de calamidades a la gente. Así es como derrota completa y vergonzosamente a los comunistas chinos.
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