El Amor de Dios me acompañó en la persecución
Toda nuestra familia fue salvada por la Gracia
En los primeros muchos años luego que me casé, mi familia era muy pobre. Lo que es peor, mi esposa tenía cancer de seno, yo tenía problemas estomacales muy serios, y mi hija tenía tuberculosis. Toda nuestra familia vivía en el tormento de la enfermedad. Para ver a los doctores, sólo usábamos todos nuestros ahorros. Cuando estábamos viviendo en sufrimiento y desesperación, en diciembre del 1993, un familiar me predicó la salvación del Señor, y toda nuestra familia aceptó y creyó en el Señor. Gradualmente, nuestra enfermedad se había ido sin saberlo. Para rendir tributo al amor del Señor, salí a predicar los evangelios con otros hermanos y hermanas. Bendecidos por Él, pronto trajimos más de mil nuevos creyentes, y establecimos más de veinte iglesias. Así fui promovido a ser un anciano de nuestra iglesia y los hermanos y hermanas vinieron a mi hogar para asistir a las reuniones.
La persecución vino hasta mí
En agosto del año 1994, viendo que más y más personas creían en el Señor, el gobierno comunista chino comenzó a arrestar a los creyentes. Una vez en una reunión, cuando estaba orando, el jefe de policía y un policía irrumpieron en mi casa. El jefe me gritó: “De ahora en adelante, ya no debes albergar reuniones. Tu reunión es ilegal. Está prohibido por el estado”. Pregunté confundido: “Dice claramente que todos disfrutan de la libertad de creencia religiosa. ¿Cómo puede ser ilegal?” El jefe dijo con altivez: “¿Libertad de creencia religiosa? Eso es solo para los extranjeros. Si deseas creer, debes inscribirte y unirte a la Iglesia de las Tres Autonomías. Sólo la Iglesia de las Tres Autonomías está protegida por el estado”. Dije: “Creemos en Dios para ganar vida. Si somos inscritos, nos someteremos al control del tribunal, lo que significa que creeremos en el Rey. Ya que creemos en Dios, sólo deberíamos confiar en Dios, pero no en el poder. Justo como las palabras que Jehová Dios dice en la Biblia, ‘... No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos’ (Zacarías 4:6). Viendo que yo tenía una fuerte resolución, el jefe nos amenazó: “¡Si insisten en creer, los arrestaremos!” Después de eso, se fueron.
Un día en marzo del año 1995, los policías nos arrestaron a mí y a treinta hermanos y hermanas y fuimos llevados a la estación de policía. Descubriendo que no había suficiente espacio para nosotros, nos encerraron en el cine que estaba cerca. Luego, los policías me metieron en una sala de interrogatorio arriba en el cine. Tan pronto entré, un policía me gritó fuertemente y me ordenó que me arrodillara. Antes de darme cuenta de lo que estaba sucediendo, entró otro policía, halando mis manos detrás de mi espalda, y esposando mis dos pulgares. Acto seguido, comenzaron a interrogarme: “¿Quién les predicó? ¿En dónde vive? ¿Cuántas personas están allí en tu iglesia?” Sin importar lo que preguntaban, sólo dije que no sabía. Por tanto, la policía estuvo apenada con ira, uno de ellos elevó la silla y me amenazó: “¡Habla! O te castigaré hasta la muerte con la silla. Este es el mundo del PCCh. Si deseas creer, cree en el PCCh. ¡Habla!” Viendo sus apariencias feroces, no pude sino pensar en la palabra del Señor Jesús: “He aquí, yo os envío como á ovejas en medio de lobos: sed pues prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10:16). Las palabras del Señor hicieron que mi corazón brillara. Me di cuenta que: Si decía nada, no podían continuar la interrogación, pero una vez soltara una palabra, me interrogarían incesantemente. Por tanto, oré silenciosamente al Señor, pidiéndole que me diera fe. Y luego, sin importar cómo me interrogaban, solo respondía que no sabía. También me forzaron a vender a los hermanos y hermanas, o sino me multarían. En ese momento, un policía recibió una llamada del condado, diciendo que un barco turista había zozobrado en el río Changjiang y que seis taiwaneses se habían ahogado. Les solicitaron que partieran enseguida al sitio para ayudar a tratar con el incidente. Sin tener tiempo de cuidar de los hermanos y hermanas, me multaron a mí y a otros varios trabajadores principales con 200 yuanes, y luego no tuvieron más opción que liberarnos. Luego, me enteré que el cabeza de la villa dijo que la policía tenía la intención de habernos multado con 50.000 yuanes una vez que nos arrestaran a nosotros los creyentes en el Señor. Sin embargo, como resultado, no obtuvieron el dinero, sino que pagaron a los familiares de las víctimas muchos millones en materia de seguros y servicios funerarios. Luego pensaba en la palabra en la Biblia: “... Mía es la venganza: yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19). Habiendo visto las escrituras del Señor, los hermanos, hermanas y yo estábamos firmemente decididos en caminar el sendero de seguir al Señor.
Fui sentenciado a tres años de dura labor
Habían pasado veinte días. Nunca había pensado que el despacho de seguridad pública, la procuraduría, y la corte desplegarían un gran número de policías y arrestaron cerca de 35 personas, incluyendo a compañeros de trabajo y una familia anfitriona por un tiempo. También fueron a mi casa para arrestarme, pero fortuitamente, no estuve en casa ese día, así que no me capturaron. Al día siguiente, llevaron pistolas con ellos y me esperaron en mi camino a casa. Al momento que me vieron, me llevaron a la fuerza a la estación de policía. Después de llegar, el jefe de la policía le dijo a sus subordinados: “El material sobre Du Jun está listo. Envíenlo directamente a la prisión del condado”. Luego me llevaron inmediatamente a la prisión. Un mes después, la policía me llevó a tribunales y llevó a cabo el juicio público. El juez me preguntó: “¿En qué crees? ¿Por qué crees?” En ese punto, recordaba que el Señor una vez dijo: “Mas vosotros mirad por vosotros: porque os entregarán en los concilios, y en sinagogas seréis azotados: y delante de presidentes y de reyes seréis llamados por causa de mí, en testimonio á ellos.” (Marcos 13:9), así que dije con calma: “Creo en el verdadero Dios, el Señor Jesús. Porque tan pronto creí en el Señor Jesús, toda enfermedad de nuestra familia fue sanada”. Tan pronto terminé las palabras, el juez me gritó con dureza: “Estás engañado. Los extranjeros te piden que creas en Dios, en realidad te están pidiendo tener paciencia para que puedan controlarte”. Sólo después de escuchar sus palabras, me di cuenta que el propósito del gobierno al arrestarnos era mantener su régimen político. Pero sabía que nosotros los creyentes en el Señor sólo practicábamos Su palabra, y no hacíamos nada que rompiera la ley. Hoy día, podría padecer tales cosas y habría sufrido adversidades que el Señor había sufrido, este fue mi honor. Así que esclarecí mi visión: Estoy determinado a creer en el Señor. El juez vio que no estaba tentado del todo, así que dijo: “Cuando nosotros tenemos una reunión, queremos pero no podemos recolectar a tantas personas. Pero cuando ustedes albergan reuniones, cientos de personas forman parte; ustedes están fabricando rumores y creando problemas, engañando a las personas, y molestando al orden social. ¡Así que te sentenciaré a tres años de trabajo duro! Si insisten en creer en Dios, les dispararemos”. Al escuchar el juicio, estaba molesto, pero cuando pensé en la palabra en la Biblia: “... Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.” (Mateo 16:24-25), la palabra del Señor me dio coraje y yo tuve fe al seguir al Señor para tomar el sendero de la cruz.
Evangelizando en prisión
Más tarde, fui ordenado a que fuese reformado en una granja. En prisión, pensaba en José. En ese tiempo, aunque él fue lastimado por el mal y vendido a Egipto, nunca negó el nombre de Jehová, y por tanto Jehová estaba con él. También pensaba en la escritura que decía: “... Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura” (Marcos 16:15). Por lo tanto, testificaba a los guardias de prisión y a los prisioneros el evangelio del Señor y muchos de ellos aceptaron y creyeron en el Señor. El jefe del campo laboral tenía excrecencia cutánea en sus brazos, y había visto a muchos doctores pero fracasaron con su cura. Luego le prediqué el evangelio y le testifiqué sobre la gracia del Señor, y oré por su enfermedad. Dentro de poco tiempo, su enfermedad se había ido. Ya que había recibido las bendiciones del Señor y visto Sus actos milagrosos, él también creyó en el Señor y por tanto a menudo charlábamos y asistíamos a reuniones juntos. Luego de eso, él me dispuso a cocinar alimentos. Durante la temporada tediosa de granja, incluso podía ausentarme por 15 días para ir a casa a ayudar a mi esposa a reunir la cosecha. ¡Sabía claramente que esta era completamente la gracia del Señor, y la manifestación de Su sabiduría y Su omnipotencia! Me hizo darme cuenta que el Señor puede hacer todo lo que el hombre no puede. Incluso aunque estaba en prisión, el Señor está conmigo. Aunque mi vida era un poco difícil, me sentía incomparablemente honrado de predicar el evangelio del Señor allí.
Lo que escuché luego de ser liberado
Dos años después, mi sentencia fue cambiada por un año y fui liberado con antelación. Sólo al llegar a casa supe, cuando estaba en prisión, que el PCCh aún no dejaba de perseguir a los cristianos. En abril del año 1995, cuando mi hija mayor estaba ayudando en una reunión de un compañero de obra en una familia anfitriona, la policía arrestó a 20 o más hermanos y hermanas presentes. Entre ellos, una hermana fue sentenciada a dos años, dos hermanos fueron detenidos por 15 días, y el resto no fue liberado hasta que fueron multados por 50 yuanes. En agosto, un hermano en nuestra iglesia fue arrestado. Aunque el jefe de la policía no se atrevía a golpear a los creyentes, le pidió a un matón de bajo mundo que lo golpeara mientras que él y dos policías se hacían la vista gorda. Inesperadamente, cuando el matón contratado iba a golpear al hermano, el matón de repente vomitó sangre y se cayó al piso. El jefe estaba asustado, así que liberó al hermano. De esto el hermano había visto los actos de Dios, su fe se fortaleció enormemente e insistió en predicar el evangelio para testificar de Dios luego de ser liberado.
Unas reflexiones cortas
Mediante la experiencia de persecución por parte del PCCh, vimos que el poder del Señor era infinito. Cuando nuestra vida fue amenazada, fue el Señor quien nos protegió del peligro, para que así pudiéramos sobrevivir. También vimos la razón por la que el PCCh nos arrestaba y nos perseguía: Por fuera, nos odiaban; de hecho, odiaban al Señor. Justo como el Señor dijo, “Si el mundo os aborrece, sabed que á mí me aborreció antes que á vosotros” (Juan 15:18). ¡Gracias al Señor por Su amor! Desde entonces, sin importar qué grandes peligros y tribulaciones vengan ante mí, ¡seguiré las huellas de mi Señor y seguiré adelante!
(Traducido del original en inglés al español por Carlos Díaz)