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1) Jesús alimenta a los cinco mil

Juan 6:8-13 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo a Jesús: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced que la gente se recueste. Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil. Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que querían. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

2) La resurrección de Lázaro glorifica a Dios

Juan 11:43-44 Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo, y dejadlo ir.

Entre los milagros realizados por el Señor Jesús, solo hemos seleccionado estos dos porque son suficientes para demostrar aquello de lo que me gustaría hablar aquí. Estos dos milagros son realmente asombrosos y muy representativos de los milagros que el Señor Jesús realizó en la Era de la Gracia.

Primero, echemos un vistazo al primer pasaje: Jesús alimenta a los cinco mil.

¿Cuál es la idea de “cinco panes y dos peces”? Comúnmente, ¿para cuántas personas serían suficientes cinco hogazas de pan y dos peces? Si se mide en base al apetito de una persona normal, solo alcanzarían para dos personas. Esta es la idea de “cinco panes y dos peces” en su forma más básica. Sin embargo, ¿a cuántas personas dice este pasaje que alimentaron esos cinco panes y dos peces? Lo siguiente es lo que se encuentra registrado en las Escrituras: “Y había mucha hierba en aquel lugar. Así que los hombres se recostaron, en número de unos cinco mil”. Comparado con cinco panes y dos peces, ¿es cinco mil una gran cantidad? ¿Qué muestra que esta cantidad sea tan grande? Desde una perspectiva humana, dividir cinco panes y dos peces entre cinco mil personas sería imposible, porque la diferencia entre las personas y los alimentos es demasiado grande. Aunque cada persona diese un pequeño bocado, seguiría sin ser suficiente para cinco mil personas. Pero aquí, el Señor Jesús hizo un milagro, no solo aseguró que cinco mil personas comiesen y se saciasen, sino que sobró. Las Escrituras dicen: “Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido”. El milagro permitió a las personas ver la identidad y el estatus del Señor Jesús, y también les permitió ver que no hay nada imposible para Dios; de este modo, vieron la verdad de la omnipotencia de Dios. Cinco panes y dos peces fueron suficientes para alimentar a cinco mil, pero de no haber habido nada de comida, ¿habría sido Dios capaz de alimentar a cinco mil personas? ¡Por supuesto que sí! Esto fue un milagro, por lo que inevitablemente las personas sintieron que era incomprensible, increíble y misterioso, pero para Dios hacer eso no fue nada. Si eso era algo ordinario para Él, ¿por qué debería señalárselo ahora para ser interpretado? Porque lo que había detrás de este milagro es la voluntad del Señor Jesús, algo que la humanidad nunca antes había percibido.

En primer lugar, tratemos de entender qué tipo de personas eran estas cinco mil. ¿Eran seguidores del Señor Jesús? Las Escrituras nos enseñan que no. ¿Sabían quién era el Señor Jesús? ¡Claramente no! Al menos, no sabían que la persona que estaba delante de ellos era Cristo, o quizás solo algunos sabían Su nombre y conocían o habían oído algo acerca de las cosas que había hecho. Su curiosidad por el Señor Jesús se había simplemente despertado luego de oír historias sobre Él, pero sin duda no se puede decir que lo siguieran, y mucho menos que lo entendieran. Cuando el Señor Jesús vio a estas cinco mil personas, estaban hambrientas y solo podían pensar en saciar su estómago, entonces fue en este contexto que Él satisfizo sus deseos. ¿Qué había en Su corazón cuando lo hizo? ¿Cuál fue Su actitud hacia estas personas que solo querían comer hasta saciarse? En ese momento, los pensamientos del Señor Jesús y Su actitud enfocaban al carácter y la esencia de Dios. Frente a estas cinco mil personas con el estómago vacío, que solo querían comer bien, frente a estas personas llenas de curiosidad y esperanza por Él, el Señor Jesús solo pensó en utilizar este milagro para concederles gracia. Sin embargo, no guardó esperanza de que se convirtieran en Sus seguidores, porque sabía que solo querían divertirse y comer hasta saciarse. Así pues, Jesús hizo lo que pudo con lo que tenía y usó cinco hogazas de pan y dos peces para alimentar a cinco mil personas. Abrió los ojos de esas personas que disfrutaban ver cosas emocionantes, que querían ver milagros y que vieron con sus propios ojos las cosas que Dios encarnado podía lograr. Aunque el Señor Jesús usó algo tangible para satisfacer su curiosidad, en Su corazón ya sabía que estas cinco mil personas solo querían comer bien, por lo que no dijo nada en absoluto ni predicó. Solo les permitió ver cómo se producía el milagro. No hay duda de que no podía tratar a estas personas igual que a Sus discípulos, que le seguían realmente; pero, en Su corazón, todas las criaturas están bajo Su dominio y a todas las criaturas que veíales permitía que disfrutasen de la gracia de Dios cuando fuera necesario. Aunque estas personas no sabían quién era Él ni lo entendían, ni tenían una impresión particular de Él ni gratitud hacia Él, aun después de haber comido los panes y los peces, a Dios no le importaba; Él les dio a estas personas una maravillosa oportunidad de disfrutar Su gracia. Algunos opinan que Dios es recto en lo que hace y que no cuida ni protege a los incrédulos y, sobre todo, que no les permite disfrutar de Su gracia. ¿Es este realmente el caso? A los ojos de Dios, siempre que sean criaturas vivientes creadas por Él mismo, las dirigirá y cuidará de ellas y, de muchas formas diferentes, las tratará, hará planes para ellas y las regirá. Estos son los pensamientos y la actitud de Dios hacia todas las cosas.

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Aunque las cinco mil personas que comieron las hogazas de pan y los peces no planeaban seguir al Señor Jesús, Él no formuló exigencias estrictas con ellas; una vez que comieron hasta saciarse, ¿sabéis qué hizo? ¿Les predicó algo? ¿Dónde fue tras haber hecho esto? Las Escrituras no registran que el Señor Jesús les dijese nada, solo que se fue rápido, cuando hubo completado Su milagro. ¿Les exigió algo entonces a estas personas? ¿Hubo odio? No, no hubo nada de eso; Él simplemente no quiso brindarles más atención a estas personas que no podían seguirle y, en ese momento, Su corazón estaba dolido. Como había visto la depravación de la humanidad y había sentido su rechazo hacia Él, al ver a estas personas y estar con ellas, su torpeza y su ignorancia lo entristecieron mucho y afligieron Su corazón. Por ello solo buscó apartarse cuanto antes. El Señor no les exigió nada en Su corazón; no quería brindarles atención y, sobre todo, no quería gastar energía en ellos. Sabía que no podían seguirle, pero a pesar de ello, Su actitud hacia ellos siguió siendo muy clara. Soólo quería tratarlos con bondad, concederles la gracia y, ciertamente, esta era la actitud de Dios hacia toda criatura que estuviera bajo Su dominio: tratarla con bondad, proveer para ella y alimentarla. El Señor Jesús reveló, de forma muy natural, la propia esencia de Dios y trató con bondad a estas personas, porque era Dios encarnado. Lo hizo con un corazón lleno de benevolencia y tolerancia, y con ese corazón les mostró bondad. Independientemente de cómo ellas le viesen y del tipo de resultado que esto produjera, Él trataba a cada criatura basándose en Su identidad como Señor de toda la creación. Todo lo que revelaba era, sin excepción, el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. El Señor Jesús hizo esto tranquilamente y después se marchó de la misma manera. ¿Qué aspecto del carácter de Dios es este? ¿Dirías que es Su misericordia? ¿Dirías que Dios es abnegado? ¿Acaso es algo que podría hacer una persona normal? ¡Definitivamente no! Fundamentalmente, ¿quiénes eran estas cinco mil personas a las que el Señor Jesús alimentó con cinco panes y dos peces? ¿Dirías que eran personas compatibles con Él? ¿Dirías que eran todas hostiles a Dios? Podemos afirmar con certeza que no eran en absoluto compatibles con el Señor y que su esencia era totalmente hostil a Dios. Pero ¿cómo las trató Dios? Usó un método para disipar la hostilidad de las personas hacia Él: este método se llama “bondad”. Es decir, aunque el Señor Jesús vio que eran pecadores, a Sus ojos, sin embargo, eran Su creación, por lo que igualmente trató a los pecadores con bondad. Esta es la tolerancia divina, determinada por Su propia identidad y esencia. Por tanto, es algo de lo que ningún ser humano creado por Dios es capaz; solo Dios puede hacerlo.

Cuando seas capaz de apreciar realmente los pensamientos y la actitud de Dios hacia la humanidad, cuando puedas entender realmente Sus emociones y Su preocupación por cada ser de la creación, podrás entender la devoción y el amor depositados sobre cada persona creada por el Creador. Cuando esto ocurra, utilizarás dos palabras para describir el amor de Dios. ¿Cuáles son estas dos palabras? Algunas personas dicen “abnegado”, y otras “filantrópico”. De estas dos, la segunda es la palabra menos apropiada para definir el amor de Dios. Es un término que se utiliza para describir a una persona que es magnánima o abierta de mente. Aborrezco esta palabra, porque se refiere a dispensar caridad de un modo aleatorio, indiscriminado, sin tener en cuenta principios. Es una inclinación abiertamente sentimental, que es común en las personas insensatas y que están confundidas. Cuando esta palabra se utiliza para describir el amor de Dios, existe inevitablemente una connotación blasfema. Tengo dos palabras que definen de forma más adecuada el amor de Dios. ¿Cuáles son? La primera es “inmenso”. ¿No es evocadora? La segunda es “vasto”. Detrás de estas palabras que utilizo para definir el amor de Dios hay un significado real. Literalmente, “inmenso” describe el volumen o la capacidad de una cosa, pero no importa lo grande que esta sea: es algo que las personas pueden tocar y ver. Esto es porque existe, no es un objeto abstracto, sino algo que puede darles ideas a las personas de una manera relativamente precisa y práctica. No importa si lo estás mirando desde una perspectiva bi o tridimensional; no necesitas imaginar su existencia, porque es algo que existe de hecho de forma real. Aunque usar la palabra “inmenso” para definir el amor de Dios puede hacernos pensar que se está intentando cuantificarlo, al mismo tiempo también da la sensación de que Su amor no se puede cuantificar. Yo digo que el amor de Dios puede cuantificarse, porque no es vacío ni surge de ninguna leyenda. Más bien, es algo compartido por todas las cosas que están bajo Su dominio y es algo que disfrutan todas las criaturas en diversos grados y desde diferentes perspectivas. Aunque las personas no pueden verlo ni tocarlo, este amor trae sustento y vida a todas las cosas conforme se va revelando gota a gota en su vida y las personas cuentan y dan testimonio del amor de Dios, el cual disfrutan en cada momento que pasa. Digo que el amor de Dios no puede cuantificarse porque el misterio de Dios que provee y alimenta todas las cosas es algo difícil de comprender para los seres humanos, como lo son los pensamientos de Dios sobre todas las cosas y, en particular, sobre la humanidad. Es decir, nadie sabe la sangre y las lágrimas que el Creador ha derramado por la humanidad. Nadie puede comprender ni entender la profundidad o el peso del amor que el Creador tiene por la humanidad, a la que hizo con Sus propias manos. Describir el amor de Dios como inmenso es ayudar a las personas a apreciar y entender su amplitud y la verdad de su existencia. También pueden comprender en mayor profundidad el significado real de la palabra “Creador”, y pueden obtener un entendimiento más profundo de la verdadera relevancia de la denominación “Creador”. ¿Qué describe habitualmente el término “vasto”? Se usa generalmente para describir el océano o el universo, por ejemplo: “el vasto universo” o “el vasto océano”. La expansión y la silenciosa profundidad del universo superan el entendimiento humano y es algo que capta la imaginación de los hombres y los llena de admiración. Su misterio y su profundidad se ven, pero no se puede alcanzar. Cuando piensas en el océano, piensas en su amplitud: parece no tener límites y sientes su misterio y su gran capacidad de contener cosas. Por esta razón he usado la palabra “vasto” para definir el amor de Dios. Lo he hecho para ayudar a las personas a sentir lo valioso que es, su intensa belleza y lo infinito y extenso de su poder. Lo he hecho para ayudarlas a sentir la santidad de Su amor, la dignidad Dios y Su calidad de inofendible, revelados por medio de Su amor. ¿Pensáis ahora que “vasto” es una palabra apropiada para describir el amor de Dios? ¿Está el amor de Dios al nivel de estos dos términos, “inmenso” y “vasto”? ¡Totalmente! En el lenguaje humano, solo estas dos palabras son de alguna manera adecuadas y están relativamente cerca de definir el amor de Dios. ¿No pensáis lo mismo? Si os pidiera que lo describierais, ¿usaríais estas dos palabras? Lo más probable es que no lo haríais, porque vuestro entendimiento y vuestra apreciación del amor de Dios se limitan a una perspectiva bidimensional y no ha ascendido a la altura del espacio tridimensional. Por tanto, si os pidiera que describierais el amor de Dios, sentiríais que os faltan las palabras, o quizá os quedaríais incluso mudos. Los dos términos de los que he hablado hoy pueden resultaros difíciles de entender, o quizá simplemente no estéis de acuerdo. Esto solo demuestra que vuestra apreciación y vuestro entendimiento del amor de Dios son superficiales y se limitan a un alcance reducido. He dicho antes que Dios es abnegado. ¿Recordáis la palabra, “abnegado”? ¿Será que el amor de Dios solo puede definirse como abnegado? ¿No queda demasiado corta? Deberíais reflexionar más sobre este asunto para obtener algo de él.

Lo anterior es lo que vimos del carácter de Dios y de Su esencia desde el primer milagro. Es una historia que las personas han leído durante varios miles de años, su trama es simple y permite ver un fenómeno simple, sin embargo, en esta sencilla trama podemos ver algo más valioso, que es el carácter de Dios y lo que Él tiene y es. Estas cosas representan a Dios mismo y son una expresión de Sus propios pensamientos que, una vez manifestados por Él, son la expresión de la voz de Su corazón. Él espera que haya personas que puedan entenderlo, que puedan conocerlo y comprender Su voluntad, y que haya quienes puedan oír la voz de Su corazón y sean capaces de cooperar activamente para satisfacer Su voluntad. Estas cosas que el Señor Jesús hizo fueron una expresión silenciosa de Dios.

A continuación, veamos este pasaje: La resurrección de Lázaro glorifica a Dios.

¿Cuál es vuestra impresión después de leer este pasaje? La relevancia de este milagro realizado por el Señor Jesús fue mucho mayor que el anterior, porque no hay milagro más sorprendente que traer a un muerto de vuelta de la tumba. Que el Señor Jesús hiciera algo así fue extremadamente significativo en aquella era. Como Dios se había hecho carne, las personas solo podían ver Su apariencia física, Su lado práctico y Su aspecto insignificante. Aunque algunos vieran y entendieran algo de Su carácter o algunas habilidades especiales que parecía poseer, nadie sabía de dónde había venido el Señor Jesús, quién era verdaderamente en Su esencia y qué otras cosas era capaz de hacer realmente. Todo esto era desconocido para la humanidad. Así que muchas personas querían encontrar pruebas para responder a estos interrogantes acerca del Señor Jesús y para saber la verdad. ¿Podía Dios hacer algo para demostrar Su propia identidad? Para Él, esto era muy fácil, un juego de niños. Podía hacer algo en cualquier lugar y en cualquier momento para demostrar Su identidad y esencia, pero Dios hacía las cosas siguiendo un plan y paso a paso. No hacía las cosas indiscriminadamente; sino que esperaba el momento y la oportunidad adecuados para hacer algo que permitiría que la humanidad viera, algo realmente significativo. De este modo, Él demostraba Su autoridad y Su identidad. Así pues, ¿podía la resurrección de Lázaro demostrar la identidad del Señor Jesús? Veamos el siguiente pasaje de las Escrituras: “Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, […]”. Cuando el Señor Jesús hizo esto, dijo solo una cosa: “¡Lázaro, ven fuera!”. Lázaro salió entonces de su tumba; esto se cumplió con solo unas pocas palabras pronunciadas por el Señor. En aquel momento, el Señor Jesús no levantó un altar ni llevó a cabo otras acciones. Solo dijo esa única cosa. ¿Se denominaría esto un milagro o un mandato? ¿O era algún tipo de hechicería? Superficialmente, pareciera que podría denominarse un milagro y, mirándolo desde una perspectiva moderna, por supuesto que podrías seguir llamándolo milagro. Sin embargo, de ninguna manera podría considerárselo el tipo de magia que supuestamente trae de vuelta el alma de los muertos ni fue en absoluto ningún tipo de brujería. Es correcto decir que este milagro fue la demostración más normal y pequeña de la autoridad del Creador. Esa es la autoridad y el poder de Dios. Él tiene la autoridad de hacer morir a una persona, de hacer que su alma deje su cuerpo y vuelva al Hades, o donde deba ir. La hora de la muerte y el lugar adónde va una personaestá determinado por Dios. Él puede tomar estas decisiones en cualquier momento y lugar, sin limitación alguna por parte de los seres humanos, los acontecimientos, los objetos, el espacio o la geografía. Si quiere, puede hacerlo, porque todas las cosas y los seres vivientes están bajo Su dominio, y todas las cosas proliferan, existen y mueren por Su palabra y Su autoridad. Él puede resucitar a un hombre muerto, y esto también es algo que puede hacer en cualquier momento y lugar. Esta es la autoridad que solo el Creador posee.

Cuando el Señor Jesús hizo cosas como traer a Lázaro de entre los muertos, Su objetivo fue brindar una prueba para que los humanos y Satanás vieran, para que supieran que todo lo relativo a la humanidad, a la vida y la muerte de la humanidad están determinados por Dios, y que, aunque Él se había hecho carne, seguía dominando el mundo físico visible así como el mundo espiritual, que los hombres no pueden ver. Hizo esto para demostrarles a la humanidad y a Satanás que no todo lo relativo a la humanidad está bajo el mando de Satanás. Esto fue una revelación y una demostración de la autoridad de Dios, y también una forma de enviar un mensaje a todas las cosas de que la vida y la muerte de la humanidad están en Sus manos. La resurrección de Lázaro por parte del Señor Jesús fue una de las maneras en las que el Creador enseñó e instruyó al hombre. Fue una acción concreta en la que Él usó Su poder y autoridad para instruir y proveer a la humanidad. Fue una forma, sin el uso de palabras, de permitir que los hombres viesen la verdad de que Él comanda todas las cosas. Fue una forma de decir a la humanidad por medio de acciones prácticas que no hay salvación si no es por medio de Él. Este medio silencioso que Él utilizó para instruir a la humanidad es eterno, indeleble y produce en los corazones humanos un impacto y un esclarecimiento que nunca se desvanecerá. La resurrección de Lázaro glorificó a Dios: esto tiene un profundo impacto en cada uno de Sus seguidores. Fija firmemente, en cada persona que entiende profundamente este acontecimiento, el entendimiento, la visión de que solo Dios puede controlar la vida y la muerte de la humanidad. Aunque Él tenga este tipo de autoridad y aunque enviara un mensaje acerca de Su soberanía sobre la vida y la muerte del hombre por medio de la resurrección de Lázaro, esta no fue Su principal obra. Dios nunca hace nada sin sentido. Cada cosa tiene un gran valor y es una joya sublime en un almacén de tesoros. Bajo ningún concepto, permitiría Él “que una persona saliera de su tumba” fuera el objetivo o el elemento principal o único de Su obra. Dios no hace nada que no tenga relevancia. La resurrección de Lázaro, como acontecimiento singular, es suficiente para demostrar Su autoridad y para probar la identidad del Señor Jesús. Esta es la razón por la que no repitió este tipo de milagro. Dios hace las cosas de acuerdo a Sus propios principios. En el lenguaje humano, podría decirse que Dios ocupa Su mente solo con asuntos serios. Esto es, cuando Él hace algo, no se desvía del propósito de Su obra. Sabe qué quiere llevar a cabo en esa etapa, qué quiere conseguir y sigueSu plan a rajatabla. Si una persona corrupta tuviera ese tipo de habilidad, simplemente pensaría en formas de mostrarla con el fin de que los demás sepan lo formidable que es, se inclinen ante él, y poder así controlarlos y devorarlos. Esta es la maldad que viene de Satanás y se llama corrupción. Dios no tiene ese carácter ni esa esencia. Su propósito al hacer las cosas no es exhibirse, sino proveer a la humanidad más revelación y dirección, y esta es la razón por la que las personas ven tan pocos ejemplos de este tipo de acontecimiento en la Biblia. Esto no significaba que los poderes del Señor Jesús estuvieran limitados o que fuera incapaz de hacer tales cosas. Simplemente, Dios no quiso hacerlo, porque el hecho de que el Señor Jesús resucitara a Lázaro tuvo un sentido muy práctico; y también porque la obra principal de Dios al encarnarse no consistía en realizar milagros ni en traer a los muertos de vuelta a la vida, sino que era la obra de redención para la humanidad. Así, gran parte de la obra completada por el Señor Jesús fue enseñar a las personas, proveer para ellas y ayudarlas; acontecimientos como resucitar a Lázaro fueron simplemente una pequeña parte del ministerio que Él llevó a cabo. Aún más, se puede decir que “exhibirse” no forma parte de la esencia de Dios, por lo que no mostrar más milagros no significaba que el Señor Jesús se contuviera intencionalmente, ni tampoco que obedeciera a limitaciones del entorno, y con toda certeza no se debía a una falta de poder.

Cuando el Señor Jesús resucitó a Lázaro, usó solo estas pocas palabras: “¡Lázaro, ven fuera!”. No dijo nada más. Así que, ¿qué demuestran estas palabras? Demuestran que Dios puede conseguir cualquier cosa por medio de Sus palabras, incluida la resurrección de un hombre muerto. Cuando Él creó todas las cosas, cuando creó el mundo, lo hizo con palabras: con mandatos hablados, con palabras de autoridad, y de esta manera se crearon todas las cosas y así se las logró. Estas pocas palabras pronunciadas por el Señor Jesús fueron como las palabras habladas por Dios cuando creó los cielos y la tierra, y todas las cosas; del mismo modo, tenían la autoridad de Dios y el poder del Creador. Todas las cosas se formaron y se mantuvieron firmes por las palabras salidas de la boca de Dios y, de la misma forma, Lázaro salió de su tumba por las palabras de boca del Señor Jesús. Esto fue la autoridad de Dios, demostrada y materializada en Su forma encarnada. Este tipo de autoridad y capacidad pertenecían al Creador y al Hijo del hombre, en quien el Creador se materializó. Este es el entendimiento que Dios le enseñó a la humanidad cuando hizo regresar a Lázaro de entre los muertos. Aquí concluiremos nuestro debate de este tema.

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”

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