Como cristiano, el pecado es algo con lo que yo no podría estar más familiarizado. ¡Ronda a mi alrededor todos los días, siempre está cerca y no puedo deshacerme de él! El ciclo constante de pecar y confesarme siempre me había preocupado, porque si el Señor volvía, ¿podría yo entrar en el reino de los cielos de esta manera? En medio de mi tormento, pensé en las palabras de Pablo: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena?” (Romanos 8:33-34). “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Sí, soy uno de los elegidos del Señor, el Señor ya ha perdonado todos mis pecados, y no importa si son pecados pasados, presentes o futuros, Él los perdona todos. Él ya no me ve como un pecador, y cuando el Señor venga, ¡podré entrar en el reino de los cielos!
Casualmente, un amigo de la iglesia me hizo esta pregunta posteriormente: “El Señor Jesús ha perdonado nuestros pecados, pero aun así pecamos, no podemos seguir el camino del Señor, y en nuestra vida diaria seguimos engañando, mintiendo, actuando de manera retorcida y taimada, tramando y conspirando, nos volvemos envidiosos y peleamos entre nosotros, y somos arrogantes y farisaicos. Vivimos en un ciclo de pecar cada día y confesar nuestros pecados cada noche, y no hemos escapado de nuestra naturaleza pecaminosa ni nos hemos purificado. El Señor Jesús dijo: ‘En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre’ (Juan 8:34-35). En 1 Pedro 1:16, también se dice: ‘porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo’. En estas palabras podemos ver que las personas como nosotros que no han escapado de la esclavitud del pecado no pueden entrar en el reino de los cielos. Dios es santo y justo, así que solo quienes han escapado del pecado están calificados para entrar en el reino de los cielos. Debemos creer en el Señor de acuerdo con las palabras del Señor, no de acuerdo con las palabras del hombre. Pablo era solo un discípulo, nada más que un hombre corrupto. ¿No dirías tú eso?”
La pregunta de mi amigo no pudo evitar que yo pensara: Él tenía razón en esto. Dios es santo y justo, así que los pecadores no están calificados para permanecer en el reino de Dios. Dios tiene la llave de la puerta del reino celestial, mientras que Pablo es simplemente un hombre corrupto. ¿Cómo pueden ser sus palabras la norma para entrar en el reino de los cielos? Si queremos entrar en el reino de los cielos, necesitamos determinar el camino basándonos en las palabras de Dios, no en las palabras de un hombre.
Yo soy un pecador, y Dios es santo, lo cual supone un gran abismo entre Dios y yo. ¿Cómo podría esperar yo entrar en el reino de los cielos mientras este exista? Pensar que pudiera hacerlo sería solo engañarme a mí mismo. Después de eso, cada vez que veía los versículos de la Biblia tales como “La santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14) y “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), mi corazón era traspasado por el tormento. A menudo pecaba involuntariamente y me resistía a Dios, estaba en esclavitud al pecado, me faltaban fuerzas para escapar, y esto significaba que nunca sería digno de ver a Dios. Entrar en el reino de los cielos era solo un sueño para mí.
Probé varios métodos para escapar de la esclavitud y las limitaciones del pecado. Una vez, ayuné, subí a la cima de una montaña y oré ante el Señor para confesar mis pecados, pero aun así pequé. También me esforcé por practicar las palabras del Señor y ser una persona honesta y dejar de mentir, pero en el momento en que algo afectaba mis intereses, seguía mintiendo involuntariamente y engañando a Dios y a otras personas. No solo eso; cuando veía a mis hermanos y hermanas dar mejores sermones o hablar con mayor claridad que yo, me ponía celoso, me negaba a someterme, y trataba secretamente de competir con ellos. Sabía claramente que estar celoso de los demás es algo que Dios aborrece, y oré muchas veces a Dios y traté de controlarme para no pecar, pero cada vez que veía que mis hermanos y hermanas recibían elogios, no podía dejar de sentirme celoso de ellos… Esto me preocupaba profundamente, y no sé cuántas lágrimas derramé ante el Señor mientras clamaba a Él: “Señor, ¿cómo puedo escapar de la esclavitud del pecado y entrar en el reino de los cielos?”
Tal vez el Señor escuchó mis oraciones. Un día, escribí una carta a una amiga de una iglesia de otra región para contarle mis problemas. Su respuesta decía: “Hermana, somos seres creados. Somos impotentes para vencer el pecado por nuestros propios medios. Si queremos escapar de la esclavitud del pecado y ser purificados, debemos rogar a Dios que obre en nosotros y nos salve. Aquellos que vivían en la Era de la Ley, debido a que cada vez estaban más corrompidos, no tenían suficientes ofrendas de sacrificio para redimir sus pecados, y siempre estaban en peligro de ser condenados a muerte por violar la ley. Solo podían clamar a Dios y rogarle a Dios que los salvara. Dios escuchó sus oraciones, y para redimir a la gente de las leyes, se convirtió en el Señor Jesús encarnado, concedió a la gente una gracia rica y generosa, enseñó a la gente a confesar sus pecados y arrepentirse, y se permitió a Sí mismo ser clavado en la cruz por el hombre, para redimir a la humanidad del pecado. Mientras aceptáramos la salvación del Señor Jesús, ya no seríamos condenados a muerte por la ley debido a nuestros pecados. En vez de eso, simplemente podríamos orar a Dios, disfrutar de la gracia y las bendiciones del Señor Jesús, y nuestros pecados serían perdonados. Pero nuestra naturaleza pecaminosa está profundamente arraigada dentro de nosotros, y debido a que el tiempo aún no había llegado, el Señor no había hecho la obra de librarnos de nuestro pecado. Debemos esperar el regreso del Señor para continuar la obra de la salvación, para que Su obra ulterior purifique y salve a la humanidad, antes de podernos librar por completo de la naturaleza pecaminosa. Tal como el Señor Jesús profetizó: ‘Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir’ (Juan 16:12-13). ‘Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final’ (Juan 12:47-48). A partir de esto, podemos ver que el Señor regresará en los últimos días para expresar muchas verdades, así como para juzgar y purificar nuestros pecados. Debemos aceptar todas las verdades expresadas por Cristo en los últimos días para escapar de nuestra pecaminosidad, purificarnos completamente de nuestras naturalezas satánicas, y ser completamente salvos por Dios para entrar en el reino de los cielos”.
Habiendo leído hasta este punto, comprendí que la razón por la que no podía escapar de la esclavitud y del control de mi pecaminosidad era que el Señor Jesús solo hacía la obra de redención, pero no de purificar y cambiar nuestros caracteres. El Señor solo redimió a las personas de las leyes, y les dio la oportunidad de acudir directamente ante Dios, orar a Él, y recibir Su salvación. Para aquellos de nosotros que escuchamos las palabras del Señor pero no podemos practicarlas, y que vivimos atrapados en un ciclo de pecado y arrepentimiento, el Señor no nos juzga ni nos condena. En los últimos días, el Señor regresará, dirá muchas palabras nuevas, y nos juzgará, purificará y cambiará, permitiéndonos escapar completamente de la esclavitud del pecado y vivir una verdadera semejanza humana. En este momento, me sentí repentinamente iluminado, “Señor, gracias por guiarme y ayudarme a comprender cómo escapar de la esclavitud del pecado”.
Luego, leí el siguiente pasaje de su carta: “En los últimos días, Cristo usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al emprender Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Estos métodos de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido de la sumisión a Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios. Lo que la obra de juicio propicia es el entendimiento del hombre sobre el verdadero rostro de Dios y la verdad sobre su propia rebeldía. La obra de juicio le permite al hombre obtener mucho entendimiento de la voluntad de Dios, del propósito de la obra de Dios y de los misterios que le son incomprensibles. También le permite al hombre reconocer y conocer su esencia corrupta y las raíces de su corrupción, así como descubrir su fealdad. Estos efectos son todos propiciados por la obra del juicio, porque la esencia de esta obra es, en realidad, la obra de abrir la verdad, el camino y la vida de Dios a todos aquellos que tengan fe en Él. Esta obra es la obra del juicio realizada por Dios” (“Cristo hace la obra del juicio con la verdad”).
Ella siguió diciendo en su carta: “Cuando Dios venga en los últimos días a hacer la obra del juicio y del castigo, usará principalmente la expresión de estas palabras para revelar nuestras naturalezas satánicas, así como para analizar las palabras y las obras con las que nos resistimos a Dios y traicionamos la verdad. Él nos señalará también un camino para que escapemos de la esclavitud del pecado, y nos revelará todas y cada una de las verdades de la vida. Con la guía en estas palabras de Dios, finalmente podremos tener un verdadero conocimiento de nuestros propios caracteres corruptos y naturaleza pecaminosa, y también sabremos que Dios es justo y santo, sabremos lo que le gusta a Dios y lo que detesta, y sabremos cómo debemos practicar para obtener la aprobación de Dios. De esa manera, no importa cuánta rebeldía o resistencia a Dios haya dentro de nosotros, mientras aceptemos la obra de Dios en los últimos días, seremos purificados por las palabras de juicio de Cristo de los últimos días, finalmente seremos completamente salvos por Dios, y entraremos en el reino de los cielos”.
Finalmente, mi amiga de la iglesia dijo que regresaría en unos días, y que continuaría hablando conmigo sobre este aspecto de la verdad. Yo estaba encantado, y no podía dejar de suspirar y pensar: “¡Gracias a la orientación de Dios, finalmente hay esperanza para mí de escapar de la esclavitud del pecado!” ¡Toda la gloria sea para Dios! ¡Amén!
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