Pregunta 9: Está claramente escrito en la Biblia que el Señor Jesús es Cristo, el Hijo de Dios, y todos aquellos que creen en el Señor también creen que el Señor Jesús es Cristo y que Él es el Hijo de Dios. Y sin embargo, vosotros dais testimonio de que el Cristo encarnado es la manifestación de Dios, que Él es Dios mismo. ¿Nos podríais decir, por favor, si el Cristo encarnado es realmente el Hijo de Dios o Dios mismo?
Respuesta:
¿Cristo encarnado es Dios mismo o el Hijo de Dios? es precisamente la que más le cuesta comprender a la mayoría de los creyentes. ¡Ajá! Cuando el Señor Jesús encarnado vino a realizar la obra de redención de la humanidad, Dios se convirtió en el Hijo del Hombre y se apareció y realizó Su obra entre los hombres. Él no sólo inició la Era de la Gracia, también inició una nueva era en la que Dios vino personalmente al mundo para convivir con los hombres. Con gran adoración, la gente dio al Señor Jesús el nombre de Cristo, Hijo de Dios. En aquel tiempo, el Espíritu Santo también dio testimonio de que el Señor Jesús era el Hijo amado de Dios y el Señor Jesús llamaba Padre al Dios celestial. Así se formó el concepto de esta relación Padre-Hijo en el mundo religioso. Ahora pensemos un momento: ¿Acaso dice Dios en alguna parte del Génesis que Él tiene un hijo? No. Y en la Era de la Ley, ¿alguna vez Dios Jehová dijo que tuviera un hijo? ¡No! Esto demuestra que hay un solo Dios y que no existe una relación Padre-Hijo. Alguien podría preguntar: ¿por qué, en la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo que Él era el Hijo de Dios? ¿Era Nuestro Señor Jesucristo el Hijo de Dios o Dios mismo? Se podría decir que esta es una cuestión que nosotros, los creyentes, hemos debatido durante siglos. Nos damos cuenta de la contradicción inherente a este asunto, pero no sabemos explicarlo. El Señor Jesús es Dios y también el Hijo de Dios; por tanto, ¿existe también un Dios Padre? A nosotros incluso nos cuesta más explicar esto. En los dos últimos milenios, muy pocos han reconocido que el Señor Jesucristo es Dios mismo, y la aparición de Dios. De hecho, la Biblia recoge claramente este hecho. En Juan 14:8, Felipe le pidió al Señor Jesús: "Señor, muéstranos al Padre, y nos basta". En ese momento, ¿qué le respondió el Señor Jesús a Felipe? El Señor Jesús dijo a Felipe: “¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las obras. Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas” (Juan 14:9-11). Aquí el Señor Jesús lo dice muy claro: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Como veis, el Señor Jesús es la aparición de Dios mismo. El Señor Jesús no dijo aquí que tuviese una relación Padre-Hijo con Dios. Él sólo dijo: “Yo estoy en el Padre, y el Padre en mí” “Yo y el Padre somos uno”. Entonces, según las palabras del Señor Jesús, ¿podemos confirmar que Él es Dios, que hay un solo Dios y que no hay ninguna relación "Padre-Hijo"?
Alguien podría preguntar, si el Señor Jesús es Dios mismo, ¿por qué cuando el Señor Jesús oraba seguía haciéndolo a Dios Padre? Es un verdadero misterio que, en Sus oraciones, el Señor Jesús llame Padre al Dios celestial. Cuando Dios se encarna, Su Espíritu se oculta en la carne, que no es consciente de la presencia del Espíritu, al igual que nosotros no podemos sentir el espíritu que llevamos dentro. Además, el Espíritu de Dios no hace nada sobrenatural en Su carne. Por tanto, aunque el Señor Jesús fuera Dios encarnado, si el Espíritu de Dios no hubiera hablado para dar testimonio de Dios mismo, el Señor Jesús no habría sabido que Él era la encarnación de Dios. Y por eso en la Biblia se afirma: “nadie sabe […] ni el Hijo, sino sólo el Padre”. Antes de que el Señor Jesús ejerciera Su ministerio, vivió en una humanidad normal. Realmente, Él no sabía que era la encarnación de Dios, pues el Espíritu de Dios encarnado no obraba de forma sobrenatural, sino con las limitaciones normales de cualquier de nosotros, los seres humanos. Así pues, naturalmente, el Señor Jesús oraba al Padre celestial; es decir, desde Su humanidad normal, el Señor Jesús oraba al Espíritu de Dios. Esto tiene pleno sentido. Cuando el Señor Jesús ejerció formalmente Su ministerio, el Espíritu Santo comenzó a hablar, proclamar y dar testimonio de que Él era Dios encarnado. Sólo entonces el Señor Jesús se dio cuenta de Su verdadera identidad, de que Él había venido a realizar la obra de redención, pero, cuando iban a crucificarlo, Él seguía orándole a Dios Padre. Esto demuestra que la esencia de Cristo es absolutamente obediente a Dios.
Dios Todopoderoso dice: “Cuando Jesús llamaba a Dios en el cielo por el nombre de Padre al orar, sólo lo hacía desde la perspectiva de un hombre creado, sólo porque el Espíritu de Dios se había vestido como un hombre ordinario y normal y tenía el envoltorio exterior de un ser creado. Incluso si dentro de Él estaba el Espíritu de Dios, Su apariencia externa seguía siendo la de un hombre ordinario; en otras palabras, había pasado a ser el ‘Hijo del Hombre’ del que todos los hombres, incluido el propio Jesús, hablaban. Dado que es llamado el Hijo del Hombre, Él es una persona (sea hombre o mujer, en cualquier caso una con el caparazón corporal de un ser humano) nacida en una familia normal de personas ordinarias. Por tanto, que Jesús llamara a Dios en el cielo por el nombre de Padre era lo mismo que cuando vosotros lo llamasteis Padre al principio; Él lo hizo desde la perspectiva de un hombre de la creación. ¿Recordáis todavía la oración del Señor que Jesús os enseñó para memorizar? ‘Padre nuestro que estás en los cielos…’. Él pidió a todos los hombres que llamaran a Dios en el cielo por el nombre de Padre. Y como Él también lo llamaba Padre, lo hacía desde la perspectiva de uno que está en igualdad de condiciones con todos vosotros. Como llamasteis a Dios en el cielo por el nombre de Padre, esto muestra que Jesús se consideraba estar en igualdad de condiciones con todos vosotros, como un hombre escogido por Dios (es decir, el Hijo de Dios) sobre la tierra. Si llamáis a Dios ‘Padre’, ¿no es porque sois un ser creado? Por muy grande que fuera la autoridad de Jesús en la tierra, antes de la crucifixión, Él era simplemente un Hijo del Hombre, dominado por el Espíritu Santo (es decir, Dios), y uno de los seres creados de la tierra, porque aún tenía que completar Su obra. Así pues, que llamara Padre a Dios en el cielo, era simplemente por Su humildad y obediencia. Que se dirigiera a Dios (es decir, al Espíritu en el cielo) de esa manera no demuestra, sin embargo, que Él sea el Hijo del Espíritu de Dios en el cielo. Más bien, Su perspectiva es diferente y no es que Él sea una persona distinta. ¡La existencia de personas diferentes es una falacia! Antes de Su crucifixión, Jesús era un Hijo del Hombre sujeto a las limitaciones de la carne, y Él no poseía la plena autoridad del Espíritu. Por esta razón, Él sólo podía buscar la voluntad de Dios Padre desde la perspectiva de un ser creado. Es como cuando oró tres veces en Getsemaní: ‘No sea Mi voluntad, sino la tuya’. Antes de que lo pusieran en la cruz, Él no era más que el Rey de los judíos; Él era Cristo, el Hijo del Hombre, y no un cuerpo de gloria. Esa es la razón por la que, desde el punto de vista de un ser creado, llamaba Padre a Dios” (‘¿Existe la Trinidad?’ en “La Palabra manifestada en carne”).
“Todavía están los que dicen: ‘¿No declaró Dios expresamente que Jesús era Su Hijo amado?’. ‘Jesús es el Hijo amado de Dios, en quién Él se regocija grandemente’ ciertamente fue dicho por Dios mismo. Eso fue Dios dando testimonio de sí mismo, pero simplemente desde una perspectiva diferente, la del Espíritu en el cielo dando testimonio de Su propia encarnación. Jesús es Su encarnación, no Su Hijo en el cielo. ¿Entiendes? ¿No indican las palabras de Jesús, ‘el Padre está en Mí y Yo estoy en el Padre’ que Ellos son un Espíritu? ¿Y acaso no se debe a la encarnación que Ellos fueran separados entre el cielo y la tierra? En realidad, siguen siendo uno; sin importar lo que digan, es simplemente Dios dando testimonio de sí mismo. Debido al cambio en las eras, a los requisitos de la obra y a las diferentes etapas de Su plan de gestión, el nombre por el que el hombre llama a Dios también difiere. Cuando Él vino a llevar a cabo la primera etapa de la obra, sólo se le podía llamar Jehová, pastor de los israelitas. En la segunda etapa, el Dios encarnado sólo podía ser llamado Señor y Cristo. Pero en esos tiempos, el Espíritu en el cielo sólo declaró que Él era el Hijo amado de Dios, y no mencionó que fuese el único Hijo de Dios. Esto simplemente no ocurrió. ¿Cómo podría Dios tener un único hijo? Entonces ¿no se habría hecho hombre Dios? Como Él era la encarnación, se le llamó el Hijo amado de Dios y, a partir de esto, llegó la relación entre Padre e Hijo. Se debió sencillamente a la separación entre el cielo y la tierra. Jesús oró desde la perspectiva de la carne. Como se había revestido de una carne de humanidad normal, fue desde la perspectiva de la carne desde donde Él dijo: ‘Mi caparazón corporal es el de un ser creado. Como me revestí de carne para venir a la tierra, ahora estoy lejos, muy lejos del cielo’. Por esta razón, Él sólo podía orar a Dios Padre desde la perspectiva de la carne. Este era Su deber y aquello con lo que el Espíritu encarnado de Dios debía estar equipado. No puede decirse que Él no es Dios simplemente porque oraba al Padre desde la perspectiva de la carne. Aunque se le llama el Hijo amado de Dios, sigue siendo Dios mismo, porque Él no es sino la encarnación del Espíritu y Su esencia sigue siendo el Espíritu” (‘¿Existe la Trinidad?’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Dios Todopoderoso ha expresado las cosas de forma muy clara. Cuando el Señor Jesús obraba entre la gente, en realidad era el Espíritu de Dios revestido de carne, como hombre, el que obraba y se aparecía a la gente. Aunque el Señor Jesús expresara Su palabra u orara a Dios Padre, Su esencia era divina, no humana. Dios es Espíritu, invisible al hombre. Cuando Dios se encarna sólo vemos la carne, no el Espíritu de Dios. Si el Espíritu Santo hubiera dado testimonio directamente de que el Señor Jesús encarnado era Dios, el hombre no lo habría aceptado. Pues, en aquel tiempo, ni siquiera se sabía lo que significaba que Dios se encarnara. La gente simplemente entraba en contacto con la encarnación de Dios y la comprendía muy poco. Ellos nunca imaginaron que este Hijo del Hombre normal sería la encarnación del Espíritu de Dios, es decir, la aparición de Dios en la carne. Aunque el Señor Jesús expresó gran parte de Su palabra en el transcurso de Su obra, enseñó al hombre el camino: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, y obró muchos milagros que revelaban plenamente la autoridad y el poder de Dios, la gente en aquel tiempo no supo reconocer en la palabra y la obra del Señor Jesús que Él era Dios mismo; es decir, que era la aparición de Dios. Así pues, ¿qué comprensión tenía la gente de aquel tiempo del Señor Jesús? Algunos decían que Él era Juan el Bautista, otros decían que era Elías, y otros incluso lo llamaban Maestro. Y, por lo tanto, Dios obró conforme a la estatura de la gente de aquella época, no se lo puso difícil. El Espíritu Santo sólo podía dar testimonio para la comprensión de aquella gente, así que llamó al Señor Jesús el Hijo amado de Dios, permitiendo que, durante un tiempo, la gente pensara que el Señor Jesús era Hijo de Dios. Esto encajaba mejor con las nociones de la gente y era más fácil de aceptar, pues en aquel tiempo, el Señor Jesús sólo estaba realizando la obra de redención. Con independencia de cómo llamara la gente al Señor Jesús, lo importante era que el hombre aceptaba que Él era el Salvador, que les perdonaba los pecados y que, de ese modo, era apto para disfrutar de la gracia de Dios. Así pues, el Espíritu de Dios dio este testimonio del Señor Jesús porque se adaptaba mejor a la estatura de la gente de aquel tiempo. Esto cumple plenamente las palabras del Señor Jesús: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12-13).
A pesar de que no podemos ver el Espíritu de Dios, cuando este se reviste de carne, el carácter de Dios, todo lo que tiene y es, Su omnipotencia y Su sabiduría se expresan a través de la carne. Por la palabra y la obra del Señor Jesucristo y el carácter que Él expresa, podemos estar completamente seguros de que el Señor Jesús es Dios mismo. La palabra y la obra del Señor Jesús están llenas de autoridad y poder. Lo que dice se convierte en realidad, lo que exige se cumple. En cuanto habla, Sus palabras se hacen realidad. Una sola palabra del Señor Jesús bastaba para perdonar los pecados y resucitar a los muertos. Una palabra apaciguó los vientos y los mares. Y así sucesivamente.. Por la palabra y la obra del Señor Jesús, ¿no vemos la autoridad y el poder de Dios, que gobierna sobre todas las cosas? ¡Sí! ¿No hemos visto la omnipotencia, la sabiduría y las maravillosas obras de Dios? ¡Sí! ¡Las hemos visto! El Señor Jesús manifestó el camino del arrepentimiento en Sus palabras: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Inició la Era de la Gracia y concluyó la Era de la Ley, expresó el carácter misericordioso y amable de Dios y terminó la obra de redención de la humanidad. ¡Amén! Por ello, os pregunto: ¿Realizó el Señor Jesús la obra del propio Dios? ¡Sí! ¡Por supuesto! El Señor Jesús realizó la obra del propio Dios. Así es, Él realizó la obra del propio Dios. Sólo Dios mismo puede realizar Su propia obra. Ningún ser humano puede hacerlo. Cierto. La palabra y la obra del Señor Jesús son la expresión directa del Espíritu de Dios. ¿No demuestra eso que el Espíritu de Dios se encarnó para hablar y obrar para nosotros, para aparecerse ante nosotros? ¿Podría ser que, por más que el Espíritu de Dios hable y obre en la carne, nosotros seamos incapaces de reconocerlo? ¿Realmente puede esta apariencia externa de la carne impedirnos reconocer la esencia divina de Cristo? ¿Podría ser que, cuando el Espíritu de Dios se revista de carne para hablar y obrar, por más que experimentemos, todavía fuésemos incapaces de reconocer la aparición y la obra de Dios? En tal caso, somos demasiado testarudos en nuestra fe ¿Cómo podemos recibir el elogio de Dios?
“El Dios encarnado se llama Cristo y Cristo es la carne que se viste con el Espíritu de Dios. Esta carne es diferente de cualquier hombre que es de la carne. La diferencia es porque Cristo no es de carne y sangre, sino que es la personificación del Espíritu. Tiene tanto una humanidad normal como una divinidad completa. Su divinidad no la posee ningún hombre. Su humanidad normal sustenta todas Sus actividades normales en la carne mientras que Su divinidad lleva a cabo la obra de Dios mismo. Sea Su humanidad o Su divinidad, ambas se someten a la voluntad del Padre celestial. La esencia de Cristo es el Espíritu, es decir, la divinidad. Por lo tanto, Su esencia es la de Dios mismo; esta esencia no interrumpirá Su propia obra y Él no podría hacer nada que destruyera Su propia obra ni tampoco pronunciaría ninguna palabra que fuera en contra de Su propia voluntad” (‘La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial’ en “La Palabra manifestada en carne”).
“El significado de la encarnación es que Dios aparece en la carne y Él viene a obrar en medio del hombre de Su creación bajo una imagen de carne. Por tanto, para que Dios se encarne, primero debe ser carne, una carne con una humanidad normal; esto, como mínimo, debe ser verdad. De hecho, la implicación de la encarnación de Dios es que Él vive y obra en la carne; Dios se hace carne en Su misma esencia, se hace hombre” (‘La esencia de la carne habitada por Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”).
de “Respuestas a preguntas del guión cinematográfico”
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.
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