Cristiano perseguido: La Palabra de Dios me acompañó a superar el dolor que padecí durante 4 años en la cárcel
Nota de los editores: En los últimos años, la persecución religiosa del gobierno chino se ha vuelto cada vez más severa. No solo se han cerrado muchas iglesias, sino que se han destruido muchas cruces y se exige que las creencias religiosas sean “sinicizadas”. En medio de esta cruel persecución y represión, la creencia religiosa en China está en peligro. La cristiana Gu Yue fue arrestada por la policía del Partido Comunista de China (PCCh) por creer en Dios, después de lo cual fue sometida a todo tipo de torturas, y luego condenada a cuatro años de prisión a pesar de no haber cometido ningún delito. La orientación en la palabra de Dios le permitió, paso a paso, sobrellevar su largo tiempo en la cárcel. También le permitió ver claramente el feo rostro satánico del gobierno del PCCh, que es el enemigo de Dios, lo cual fortaleció su fe en Él y le dio la determinación de pasar su vida siguiendo a Dios...
- Navegación rápida
- 1.Un arresto repentino y el comienzo de una pesadilla
- 2.Tortura, interrogatorios y la orientación de las palabras de Dios
- 3.Después de no obtener nada al pedir información sobre la Iglesia, la tortura aumenta
- 4.Condenada a cuatro años sin razón, siempre acompañada por el amor de Dios
- 5.Después de cuatro años en prisión, vi finalmente la luz otra vez
1.Un arresto repentino y el comienzo de una pesadilla
En la tarde del 28 de diciembre de 2012, yo estaba en una reunión con mis hermanos y hermanas, cuando sonó un golpe repentino y urgente en la puerta, después de lo cual cinco o seis policías malvados la derribaron y entraron en la habitación. Un policía masculino de aspecto diabólico corrió hacia mí, me agarró del cuello y me empujó al suelo, después de lo cual me golpeó brutalmente en el pecho durante unos diez minutos. También me señaló mientras gritaba: “¡No me des una excusa! Hemos estado vigilando tu casa por mucho tiempo, ¡y hoy te hemos atrapado finalmente!” No podía sentir nada más que el dolor en mi pecho. Me dolía tanto que no podía respirar, y tuve que abrir la boca y jadear en busca de aire. Cuando el oficial se cansó de golpearme, una mujer policía se acercó a mí, me agarró del cuello con violencia y comenzó a abofetearme. Al instante, el escozor en mi cara fue como el fuego, vi estrellas, me sentí mareada y con náuseas. Ella continuó haciendo eso durante siete u ocho minutos. Para ese momento, yo estaba casi inconsciente y sentía mi cara adormecida. Soporté el dolor, pero estaba aterrorizada. En poco tiempo, habían destrozado la casa para registrarla y me metieron en la patrulla de la policía mientras yo me sentía presa del pánico.
Tras mirar las siniestras sonrisas y las frías expresiones de los policías, no pude dejar de imaginar las escenas de mis hermanos y hermanas golpeados y torturados por el PCCh. Me sentí presa del miedo. ¿A qué torturas crueles me someterían? ¿Qué pasaría si mi carne fuera demasiado débil para soportar la tortura? Me sentí indefensa, y no pude dejar de orar a Dios y pensar en Sus palabras: “La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a sacrificarse pueden pasar sin preocupación. Si el hombre tiene pensamientos de duda y de temor, es un engaño de Satanás. Él teme que crucemos el puente de la fe para entrar en Dios. Satanás diseña todos los medios posibles para enviarnos sus pensamientos; siempre debemos orar para que la luz que Dios brille sobre nosotros, y siempre debemos confiar en Dios para purificarnos del veneno de Satanás. Siempre debemos practicar en nuestros espíritus el acercarnos a Dios. Debemos permitir que Dios domine todo nuestro ser”. Las palabras de Dios me animaron y me dieron confianza y fortaleza. Mi cobardía y temor provenían de Satanás, que estaba usando mi miedo al sufrimiento físico y a la muerte para atacarme. No podía permitirme caer en la tentación de Satanás. Tenía que tener fe y confiar en Dios para permanecer firme y testificar de Dios. ¡Incluso si tuviera que renunciar a mi vida, yo no podría traicionar a Dios! Luego de pensar en eso, dejé de sentir tanto miedo. Sin importar los métodos que emplearan para lastimarme, yo deseaba confiar en Dios y no rendirme ante Satanás.
2.Tortura, interrogatorios y la orientación de las palabras de Dios
Más tarde, me llevaron a la estación de policía local, y la policía nos encerró a mi hermana y a mí en una jaula de metal. Después de que terminaron de comer, comenzaron el interrogatorio. Yo estaba atada a un banco metálico, y la policía me exigía constantemente información sobre la iglesia y me pedía que delatara a mis hermanos y hermanas. Sin embargo, habían pasado dos horas y no dije nada. Un furioso y malvado oficial de policía gritó con enojo: “¡Llévensela!”. Dos policías me arrastraron al pasillo. El dolor en mis brazos era indescriptible, y mis piernas estaban tan hinchadas y adoloridas que no podía caminar. Había un tubo de calefacción metálico de seis centímetros de grosor en el pasillo. Me ataron las manos a él y me colgaron de modo que solo mis dedos pudieran tocar el suelo. Toda mi fuerza estaba enfocada en mis brazos y pantorrillas. De repente, dejé de sentir mis brazos, y el dolor que sentía en todo mi cuerpo era como si me estuvieran destrozando. Mi corazón retumbó en mi pecho, y tuve dificultad para respirar. Pude distinguir las siluetas difuminadas de ocho o nueve policías malvados que caminaban y me miraban. Tenía miedo, y estaba mareada e insensible después de permanecer colgada tanto tiempo. No sabía cuánto tiempo más podría resistir, y me preocupó que en un momento de confusión pudiera revelar información de la iglesia. Oré constantemente en mi corazón, “¡Dios! Mi estatura es demasiado pequeña para soportar semejantes torturas. Me temo que, en un momento de inconciencia, pueda revelar información de la iglesia. ¡Dios! ¡Guíame y dame fuerzas para vencerlos!
En ese momento, pensé en un himno las palabras de Dios: “Cuando las personas atraviesan pruebas, es normal que sean débiles, internamente negativas o que carezcan de claridad sobre la voluntad de Dios o sobre la senda en la que practicar. Pero en cualquier caso, como Job, debes tener fe en la obra de Dios, y no negarlo”. Canté en silencio en mi corazón, pensando en cómo Job, durante sus pruebas, perdió sus grandes manadas, le robaron sus riquezas y mataron a sus hijos y también sufrió dolor físico, pero nunca culpó o negó a Dios, y en cambio, lo alabó. La fe y la obediencia de Job a Dios humillaron a Satanás y él se mantuvo firme por Dios. A través de la guía de la palabra de Dios, entendí Su voluntad. Este ambiente miserable me exigía tener fe en Dios. Sin importar cómo me torturara la policía del PCCh, yo tenía que seguir el ejemplo de Job y no culpar ni negar a Dios, y tampoco podía convertirme en el hazmerreír de Satanás. ¡Tenía que mantenerme firme y testificar de Dios! Sentía dolor, y oré una y otra vez a Dios, pidiendo orientación y fe. Poco a poco comencé a sentirme más tranquila.
Después de que la policía malvada me tuvo colgada en el aire durante media hora, perdí completamente toda sensación en mis brazos, pero los pinchos en el interior de los grilletes penetraban profundamente en mi carne, causándome un dolor muy agudo. Comencé a temblar, y mis pantorrillas estaban hinchadas y adoloridas, como si tuviera distensión muscular. El malvado oficial Ma se acercó a mí y, señalándome, me reprendió con odio: “¡Esto es lo que sucede cuando no hablas! ¡Tenemos todo tipo de formas de lidiar contigo!” Después de eso, me bajaron al suelo, y mientras lo hacían, uno de ellos torció uno de mis brazos hasta que escuché un crujido fuerte. El dolor se esparció a través de mi muñeca como si se hubiera roto. Antes de que tuviera tiempo de pensar en algo más, me arrastraron a otra habitación. Otro oficial de policía malvado, llamado Yang, me gritó agresivamente y trató de emponzoñar mi mente con los rumores que habían inventado contra La Iglesia de Dios Todopoderoso, y también dijo palabras que blasfemaban y se resistían a Dios. Las reproché indignada y testifiqué que el carácter justo de Dios no admite ofensas. Su exasperado jefe Mao me mostró fotos de mis hermanos y hermanas y me pidió que los identificara a todos, pero me negué a hacerlo. Cuando el jefe Mao no obtuvo la información que quería, me golpeó en la cara brutalmente y de manera repetida, mientras me gritaba, “¿Me lo dirás? ¡Si no lo haces, te golpearé hasta matarte!” Cuando terminó de golpearme, yo estaba viendo estrellas y los oídos me zumbaban. Tenía la cabeza y la cara tan hinchadas que no podía levantarlas. En ese momento, sentí que se me caían los dientes, mientras la saliva brotaba de mi boca. A día de hoy ni siquiera puedo masticar comida blanda.
La policía usó todo tipo de torturas para atormentarme, intimidarme y atemorizarme, todo ello para obtener la información y las riquezas de la iglesia de modo que pudieran arrestar y lastimar a más hermanos y hermanas. Esperaban arrestar y asesinar a todos los cristianos, irrumpir y perturbar la obra de Dios, y hacer que la obra de Dios para salvar a la humanidad quedara reducida a nada. Mientras más cruelmente persiga el gobierno del PCCh a los cristianos, su esencia demoníaca de odiar la verdad y a Dios se hace visible con mayor claridad. Tal como dice la palabra de Dios: “Desea borrar de un plumazo todo lo que es de Dios, insultarlo y asesinarlo de nuevo, e intenta derribar e interrumpir Su obra. ¿Cómo podría permitir que Dios fuera de un estatus igual? ¿Cómo puede tolerar que Dios ‘interfiera’ en su obra entre los hombres sobre la tierra? ¿Cómo puede dejar que Dios desenmascare su odioso rostro? ¿Cómo puede consentir que Dios interrumpa su obra? ¿Cómo podría este diablo, que echa humo de rabia, acceder a que Dios gobierne su corte de poder en la tierra? ¿Cómo podría reconocer de buen grado la derrota? Su odioso rostro se ha revelado tal como es; de ahí que uno no sepa si reír o llorar, y resulta verdaderamente difícil hablar de ello. ¿Acaso no es esta su esencia?” Ver claramente el feo rostro satánico del gran dragón rojo, que es el enemigo de Dios, me animó a mantenerme firme y testificar de Dios, y me hizo aún más resuelta a seguir a Dios y a no traicionarlo.
3.Después de no obtener nada al pedir información sobre la Iglesia, la tortura aumenta
Cuando la policía vio que yo no daría información sobre la iglesia, se volvieron aún más violentos. El jefe Mao les dijo a sus subordinados que me arrastraran afuera. Eran ya más de las nueve de la noche, y el jefe Mao me quitó la ropa mientras me increpaba. Me dijo con crueldad: “¡Te congelarás hasta morir aquí esta noche!” Otro de esos malvados policías dijo agresivamente: “¡O la entierras viva o la torturas hasta matarla y acabas con eso! ¡Deja de perder el tiempo con ella!” Cuando escuché eso, supe que realmente había caído en la boca del tigre, y que las cosas allí irían mal para mí. Era posible que no saliera con vida. Todo lo que pude hacer fue orar una y otra vez a Dios para comprometerme a morir antes de convertirme en Judas y traicionar a Dios.
Vistiendo solo una blusa delgada en el clima terriblemente frío del invierno, me senté medio en cuclillas mientras me aferraba al tronco de un árbol grande y casi tan grueso como un cubo. Mis brazos eran justo lo suficientemente largos para rodearlo, no podía sentarme ni agacharme, y las esposas que me ataban las muñecas estaban tan apretadas que se clavaron dolorosamente en mis huesos. Me dolían la espalda, la cintura y las piernas, y tenía tanto frío que temblaba, mis dientes castañeteaban y mi cuerpo se estremecía. En ese momento, ¡realmente no supe cuánto tiempo podría aguantar! Fue entonces cuando uno de los policías me dijo, fingiendo ser amable: “¿Por qué te permites sufrir de esta manera? Puedo ver que eres una buena persona. Todo lo que tienes que hacer es decirnos lo que queremos saber, identificar luego algunas personas, y esto podría haber terminado. Esos hermanos y hermanas tuyos están dentro, pero tú estás aquí sufriendo por ellos. ¿Realmente vale la pena?” Después de escucharlo, no pude dejar de sentirme débil. Si la policía del PCCh seguía torturándome de esta manera, yo podría morir y nadie lo sabría nunca. Mientras mi debilidad me atormentaba, oré constantemente a Dios, y súbitamente recordé Sus palabras: “Cuando las personas están preparadas para sacrificar su vida, todo se vuelve insignificante y nadie puede conseguir lo mejor de ellas. ¿Qué podría ser más importante que la vida? Así pues, Satanás se vuelve incapaz de hacer nada más en las personas, no hay nada que pueda hacer con el hombre”. También recordé otro versículo: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25). Las palabras de Dios me dieron fe y fortaleza. Así es, cuanto más temiera ser torturada y morir, con mayor facilidad me enamoraría de las trampas de Satanás, y negaría a Dios y lo traicionaría. Si yo estaba dispuesta a sacrificar mi vida para permanecer firme y testificar de Dios, ¡Satanás sería humillado y derrotado! Pensé en cómo el gobierno del PCCh nos persigue con tanta crueldad simplemente por creer en Dios y difundir el evangelio y, que, además, utiliza todo tipo de trampas para tentarnos a traicionar a Dios. ¡Es verdaderamente despreciable y malvado! Frente a esta pandilla de satanes y demonios que se resisten a Dios y que son muy crueles, ¡necesito permanecer aún más firme y testificar de Dios para humillar a Satanás! Luego de comprender esto, encontré la resolución para soportar el sufrimiento, y mi dolor carnal disminuyó un poco. En ese momento, pensé en otro himno con las palabras de Dios: “Sin un corazón cooperador, es difícil recibir la obra de Dios; si la carne no sufre dificultades, no hay bendiciones de Dios; si el espíritu no lucha, Satanás no será avergonzado”. Mientras cantaba el himno en mi corazón, me volví más decidida a cumplir mi juramento de morir para seguir a Dios.
Después de una hora, con el frío y mi cuerpo adolorido, sentí como si estuviera congelada. No podía abrir mis ojos o mi boca, había perdido toda la sensibilidad desde la cabeza hasta los dedos de los pies, apenas estaba consciente, y solo podía distinguir indistintamente lo que decían ellos. Dos de los malvados policías caminaron hacia mí. Uno de ellos me agarró del pelo y me tiró de la cabeza con fuerza, mientras que el otro me iluminó la cara con una linterna y dijo mi nombre. Cuando vieron que yo estaba al borde de la muerte, uno de los malvados policías dijo: “Si ella se queda aquí por más tiempo, se congelará hasta morir. ¡Arrástrenla dentro!” Me arrastraron de vuelta al edificio y esposaron mis brazos y piernas a una silla. Ya estaba al límite de mis fuerzas, con tanto dolor que temblaba por todas partes, y casi congelada. Estaban cambiando de turno, y yo quería cerrar los ojos y descansar un momento, pero una oficial malvada me despertó al darme un golpe con un libro, pues no me dejaba cerrar los ojos ni dormir. Todo lo que pude hacer fue orar y confiar en Dios. Y así, permanecí sentada allí hasta que salió el sol, después de haber pasado toda la noche sin dormir, sentía mi cabeza pesada y mareada, ¡y me dolía mucho! Como su interrogatorio resultó infructuoso, la policía finalmente me llevó al centro de detención.
4.Condenada a cuatro años sin razón, siempre acompañada por el amor de Dios
No sé cuántos días después, una oficial de prisiones me llamó al piso más bajo del edificio. Allí, vi a los hermanos y hermanas que fueron arrestados conmigo, uno de los cuales era mi esposo. Vi que las cadenas de sus tobillos eran más gruesas y pesadas que las mías. Tenía que caminar levantándolas con las manos. Luego, nos llevaron a la corte, donde fui sentenciada a cuatro años de prisión por “perturbar el orden social”, y mi esposo fue sentenciado a cinco años y medio. Me indigné cuando escuché la sentencia. Creíamos en Dios y difundíamos el evangelio. No robábamos ni infringíamos la ley, entonces ¿por qué fuimos castigados y sentenciados a períodos de prisión tan largos? ¿Cómo podría sobrevivir yo a esta sentencia de cuatro años? Mi corazón estaba profundamente atormentado, y rápidamente oré a Dios. Gracias a Su orientación, recordé estas palabras de Dios: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer”. La orientación en las palabras de Dios me hizo entender Su voluntad. Creer en Dios y recorrer el camino correcto en la vida en una nación gobernada por el ateo Partido Comunista de China (PCCh) requiere sufrir y pagar un precio, además de soportar la desgracia para obtener la verdad y testificar de Dios, que son cosas muy significativas. Pensé en cómo Job y Abraham habían soportado el tormento carnal y ofrecido aquello que amaban para mantenerse firmes y testificar de Dios. Ese día, y en medio de mi situación, Dios me había dado una fe y un amor genuinos, me había permitido obtener una mayor dosis de verdad de mi entorno, y adquirir experiencia en la vida. El hecho de que yo pudiera soportar el sufrimiento por la justicia era mi gloria, por lo que no podía culpar ni traicionar a Dios debido a mi propio tormento carnal, y más aún, debería tener la determinación de buscar la verdad y consolar el corazón de Dios. Cuando pensaba en estas cosas, no me sentía tan desgraciada.
Entonces, comencé mi vida lenta y ardua en la cárcel. Desde el momento en que entré en mi celda, los guardias de la prisión comenzaron a humillarme, obligándome a desnudarme frente a cientos de personas. Me clasificaron como una criminal peligrosa y asignaron a otra reclusa para que fuera mi “monitora” de tiempo completo. Yo le pedía permiso para hacer cosas simples como comer, ir al baño, ir a la sala de televisión o ducharme, y en mi celda solo podía sentarme en los rincones designados por ella. No tenía libertad en absoluto. Adicionalmente, solo podía comer la comida que sobraba, a ella le permitían golpearme cada vez que algo no la satisfacía, y yo tenía que escribir “autorreflexiones” todos los días, y cuando no lo hacía bien me castigaban fuertemente y tenía que limpiar el piso, agacharme y verla dormir mientras que a mí no me permitían hacerlo. Los guardias les dijeron a todas mis compañeras de celda que se mantuvieran alejadas de mí: “Todas ustedes deben evitarla, es una creyente en Dios, ¡una prisionera política peligrosa!”, decían. Aparte de este tratamiento “especial”, también había “ejercicios” diarios, dirigidos por un asesino (un prisionero en funciones) en rutinas de marcha y ejercicios, en los que teníamos que participar diariamente más de dos horas al mediodía en verano, a pesar del calor. Debido a mi presión arterial alta, a menudo no podía mantener el equilibrio mientras marchaba, y cuando me tambaleaba, a menudo me golpeaban por ello.
Además de las marchas, también había trabajo físico pesado. Me asignaron al taller de planchado, me dieron más trabajo que a otras, y me regañaban más que a las otras prisioneras. A menudo me sentía mareada y sin fuerzas debido al exceso de trabajo. Me tambaleaba al caminar, me desmayé dos veces y caí al suelo, pero a pesar de eso no me dejaron descansar. También tenía que trabajar horas extras en el taller. No les importaba si yo vivía o moría. Pasé todos los días sumida en el sufrimiento y la desgracia. No podía dormir por la noche y mis ojos siempre estaban hinchados. Era el infierno en la tierra. En medio de mi dolor, solo podía orar a Dios, pensar en silencio en Sus palabras y pedirle que me diera fe y fortaleza.
Durante esos cuatro años, casi todas las noches podía escuchar los gritos desgarradores de las cuatro habitaciones de aislamiento en la planta baja. Las prisioneras estaban locas, tenían discapacidades mentales, y algunas incluso se suicidaron tragando fragmentos de metal magnético porque no podían soportar el tormento. Cada grito me despertaba, y desde entonces he sufrido de angina. A veces, desde mi ventana, veía a las prisioneras en las salas de confinamiento solitario siendo torturadas por un grupo de personas. Algunas estaban colgadas arriba del suelo con sus manos y pies atadas a rejas de metal, y sus bocas cubiertas con cinta ancha. Estaban afuera, congeladas y hambrientas, y algunas veces comían las migajas de las envolturas de alimentos que sacaban de la basura. Yo solo quería huir tan rápido como fuera posible de este infierno en la tierra.
Cuando mi tormento se hizo más fuerte, comencé a cantar en mi corazón un himno con las palabras de Dios, “El reino se está expandiendo entre la humanidad, se está formando entre la humanidad, se está erigiendo entre la humanidad; no hay fuerza que pueda destruir Mi reino. De Mi pueblo que está en el reino de hoy, ¿quién de vosotros no es un ser humano entre los seres humanos? […] ¿Alguna vez habéis aceptado las bendiciones que os han sido dadas? ¿Alguna vez habéis buscado las promesas que se hicieron por vosotros? Con toda seguridad, bajo la guía de Mi luz, atravesaréis por los dominios de las fuerzas de la oscuridad. Con seguridad, en medio de la oscuridad, no perderéis la luz que os guía. Con seguridad seréis el maestro de toda la creación. Con seguridad seréis un vencedor ante Satanás. Con seguridad, a la caída del reino del gran dragón rojo, os erguiréis en medio de la infinidad de multitudes para ser testigo de Mi victoria. Con seguridad estaréis resueltos y firmes en la tierra de Sinim. A través de los sufrimientos que soportéis, heredaréis la bendición que proviene de Mí, y con seguridad irradiaréis Mi gloria por todos los rincones del universo”. En el pasado, yo no entendía la bendición de Dios, pero al experimentar este arresto y persecución, comprendí que todos los entornos son bendiciones de Dios. Él quiere conseguir un grupo de personas en los últimos días que hayan experimentado dificultades y persecución, que aún puedan seguir a Dios hasta el final a pesar de la opresión de todo tipo de fuerzas malvadas, y que puedan mantenerse firmes y testificar de Dios, aunque eso les cueste la vida. Estos son los vencedores de los que habla Dios, los soldados de élite del reino de Dios. Solo ese tipo de personas están calificadas para disfrutar de la aprobación y las bendiciones de Dios. Mientras cantaba esta canción, me sentí muy animada y encontré la confianza para seguir a Dios hasta el final. De esta manera, confié en Él y terminé mi trabajo todos los días, y las prisioneras a mi alrededor empezaron a ver que yo estaba muy tranquila y firme, que no era problemática, simplemente una persona que trabajaba duro, por lo que me apreciaban mucho, y a veces me ayudaban a trabajar. Yo sabía que con esto, Dios me había abierto un camino.
5.Después de cuatro años en prisión, vi finalmente la luz otra vez
Finalmente, pasé por la larga oscuridad de mis cuatro años en prisión gracias al cuidado y la protección de Dios. Fui liberada después de cumplir mi condena. Cuando llegué a casa, supe que el subsidio mínimo de vida de mi familia había sido cancelado porque yo creía en Dios. La policía de la prisión también envió un aviso a la estación de policía local, diciendo que yo iba a recibir “educación continua” durante otros tres años, lo que significaba que tenían que seguirme dondequiera que yo fuera y llamarme a todas horas del día, haciendo imposible que yo pudiera tener siquiera un poco de paz. Casi todas las noches, mientras dormía, me despertaban repentinamente en mitad de la noche, lo que me ponía ansiosa y me impedía dormir profundamente. Debido a la lesión en mis muñecas durante mi tortura, hasta el día de hoy no puedo hacer cosas simples como lavar ropa, siento un dolor insoportable en los brazos, la cintura y las piernas, tengo presión arterial alta, problemas cardíacos y mi cuerpo es muy débil. Llegó un momento en que no pude soportar el acoso prolongado de la policía, y tuve que salir de mi casa y esconderme. El hecho de ser perjudicada una y otra vez por el PCCh me hizo ver claramente su esencia demoníaca. Como dice la palabra de Dios: “¿Antepasados de lo antiguo? ¿Amados líderes? ¡Todos ellos se oponen a Dios! ¡Su intromisión ha dejado todo lo que está bajo el cielo en un estado de oscuridad y caos! ¿Libertad religiosa? ¿Los derechos legítimos y los intereses de los ciudadanos? ¡Todos son trucos para tapar el pecado! ¿Quién ha apoyado la obra de Dios? ¿Quién ha dado su vida o derramado su sangre por la obra de Dios? Y es que, una generación tras otra, de padres a hijos, el hombre esclavizado ha esclavizado sin miramientos a Dios, ¿cómo no incitaría esto a la furia? Miles de años de odio están concentrados en el corazón, milenios de pecaminosidad están grabados en el corazón; ¿cómo no podría esto infundir odio? ¡Venga a Dios, extingue por completo Su enemistad, no permitas que siga más tiempo fuera de control, que provoque más problemas como desea! Ahora es el momento: el hombre lleva mucho tiempo reuniendo todas sus fuerzas; ha dedicado todos sus esfuerzos, ha pagado todo precio por esto, para arrancarle la cara odiosa a este demonio y permitir a las personas, que han sido cegadas y han soportado todo tipo de sufrimiento y dificultad, que se levanten de su dolor y le vuelvan la espalda a este viejo diablo maligno”.
La palabra de Dios expone la verdad de la esencia demoníaca del PCCh. Sus afirmaciones de “servir al pueblo” y de “libertad religiosa” son lo opuesto a lo que realmente hacen. Estas son solo las mentiras que usan para engañar a la gente. Pensé en cómo, desde que comenzó la obra de Dios en los últimos días en China, el gobierno chino se ha devanado los sesos para alterar, perturbar y destruir la obra de Dios. Persiguen, siguen y vigilan frenéticamente a los cristianos, utilizan todo tipo de torturas crueles para arruinarnos, y nos hacen soportar todo tipo de tratos inhumanos para destruir nuestra voluntad, de modo que podamos rechazar y traicionar a Dios. Siempre han utilizado medios como el abuso y el maltrato, colocar pruebas falsas y tender trampas a las personas, crear rumores y difamaciones, distorsionar los hechos, invertir lo correcto y lo incorrecto, y utilizar otros medios crueles y siniestros. La vida humana no significa nada para ellos, y en todas las formas intentan impedir que las personas acudan a Dios y acepten Su salvación. Atormentan y destruyen a las personas, y han torturado y matado a innumerables cristianos, han hecho que innumerables personas pierdan su capacidad para trabajar por lo que quedan incapacitadas, y destruyen a innumerables familias, obligándoles a dejar a sus esposas e hijos ... Solo adoramos al Creador de todas las cosas en la tierra y, sin embargo, ellos abusan de nosotros y nos pisotean. ¡No son más que un grupo de demonios que devoran las almas de las personas!
He estado más de un año fuera de la cárcel. Pienso en cómo, en los últimos cuatro años más o menos, cuando fui torturada y mi vida pendía de un hilo, y me sentía débil y negativa, las palabras de Dios me reconfortaron, alentaron y me permitieron superar el valle de la muerte; cuando no pude soportar las humillaciones de ellos y casi caigo en las tentaciones de Satanás, las palabras de Dios me despertaron y me dieron la fuerza y el coraje para vencer a Satanás y fortalecieron mi fe en seguir a Dios. Durante mi experiencia, sentí el amor de Dios y salí con vida de un infierno en la tierra. Todo esto fue gracias a la orientación y protección de Dios. Fueron las palabras de Dios las que me dieron fe y fortaleza. Al mismo tiempo, también comprendí que aunque la persecución del PCCh es cruel, este entorno aumentó mi fe en Dios y me dio un poco de comprensión acerca de Su esencia benévola, pero lo más importante, me mostró la crueldad y la maldad por la cual Satanás les hace daño a las personas, y me dio discernimiento de su esencia malvada y siniestra. ¡Pude odiar y traicionar a Satanás desde el fondo de mi corazón, y estuve decidida a seguir la verdad, cumplir mis deberes y consolar el corazón de Dios!
Scripture quotations taken from LBLA Copyright by The Lockman Foundation.
Vídeo recomendado: