Queridos hermanos y hermanas de P&R Espirituales,
Espero que estéis todos bien. Hay una cosa a la que le he estado dando vueltas durante bastante tiempo. He buscado la ayuda de algunos pastores y miembros de más edad, pero incluso ellos no han podido darme una solución. Os escribo para compartir y discutir con vosotros el tema, con la esperanza de que podáis ayudarme.
Soy predicador. El Espíritu Santo solía iluminarme cuando leía las palabras del Señor. Gracias a la inspiración de Dios era capaz de predicar sin parar. Los hermanos y hermanas de mi iglesia disfrutaban con mis sermones y obtenían seguridad. Pero en algún momento no determinado, dejé de sentir la presencia del Señor. Ya no tenía nada nuevo sobre lo predicar, y por ello, los hermanos y hermanas se dormían en nuestras reuniones. Tanto es así, que empecé a tenerle miedo al momento del sermón. Aunque seguía predicando y trabajando, en mi vida cotidiana ya no era capaz de poner en práctica la palabra de Dios; carecía del perdón y la paciencia a la hora de tratar con los demás. La mayoría de los hermanos y hermanas están ocupados con sus negocios, su trabajo y sus familias. Por eso su fe se ha enfriado y ya no quieren asistir a las reuniones. Como predicador que soy, ver que muy poca gente acude a las reuniones y que soy incapaz de ayudarles espiritualmente, me hace sentir horrible y en deuda con el Señor. Hemos intentado organizar comidas y ayunos en grupo y sesiones de oración para cambiar el status quo, pero no ha servido de nada. Seguimos sin sentir la ayuda del Señor. Por eso quiero comentar con vosotros, por qué nuestra iglesia se ha convertido en esto y qué debemos hacer para remediar esta situación.
Xunguang
Hermano Xunguang,
Tu carta nos muestra que eres una persona dispuesta a buscar la verdad, una persona que lleva su carga a cuestas y que se siente responsable de sus hermanos, de sus hermanas y de su iglesia. Tu pregunta resulta muy común en la mayoría de las iglesias de hoy en día, y se merece que busquemos una respuesta, analizando el tema. Gracias a Dios por darnos hoy esta oportunidad y que Dios nos guíe hacia la solución del problema.
Yo también soy predicador, y en una ocasión mi iglesia también se encontró en la misma situación que la tuya. Al igual que tú, intenté muchas cosas en busca de una solución, pero de nada servían. Muchas veces acudí a Dios, rezándole e implorándole. Luego, me acordé de un antiguo compañero de la universidad, Xiang Guangming, también es cristiano y que ya antes me había predicado los evangelios. El hermano Xiang es muy espiritual y siempre hay iluminación y luz en su comunicación con la palabra del Señor. Tiene sus propias opiniones en cuanto a los asuntos espirituales y cómo tratar con la labor de la iglesia. Cada vez que confraternizaba con él, aprendía mucho. Más tarde, le recé a Dios pidiéndole una oportunidad para nuestra comunicación. Le agradecí a Dios Su arreglo, y mi amigo y yo quedamos. A través de la fraternidad con el hermano Xiang y el hermano Yang, logré finalmente dar con la respuesta que estaba buscando. Compartiré mi experiencia contigo, y espero que te ayude.
Un día, hace tres meses, el hermano Yang y el hermano Xiang vinieron a visitarme. Les hablé de mi situación y la condición en la que se encontraba la iglesia. Tras haber escuchado lo que les conté, el hermano Xiang dijo: “No hay ni una ni dos iglesias que se encuentran en esa misma situación. Esa situación prevalece a lo largo de toda la comunidad religiosa”. Sus palabras me recordaron la situación desolada del templo descrita en la Biblia. Luego el hermano Xiang compartió unos versículos conmigo: “Y entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que compraban y vendían en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas. Y les dijo: Escrito está: ‘Mi casa sera llamada casa de oracion’, pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones” (Mateo 21:12-13). Y continuó diciendo: “Aquí es donde Cristo amonestó a los líderes judíos, diciéndoles: ‘pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones’. Porque su corazón ya no veneraba a Dios. Ya no seguían las leyes y los mandamientos de Jehová; hacían cosas ilegales en el templo de Dios, y permitían que la gente hiciese negocios dentro del templo. El resultado fue que el templo, antaño lleno de gloria de Jehová y un lugar en el que los creyentes adoraban a Dios, se convirtió en un lugar en el que hacer negocios, y en guarida de ladrones, donde se cambiaba dinero y se compraba y vendía ganado. Aquellos líderes judíos cambiaron los mandamientos de Dios por las enseñanzas del hombre. Por ejemplo, Dios exigía que el hombre debía amar a sus padres, pero aquellos hombres enseñaban que el hombre no necesitaba hacerlo, siempre y cuando les diese a sus padres dinero suficiente. Eran hipócritas, que engañaban a las personas con su buen comportamiento hacia el exterior, pero en el fondo no cumplían con la palabra del Señor. Agrandaban sus filacterias, alargaban los flecos de sus ropas y se situaban de forma visible en los cruces para recitar largas oraciones. Donaban una décima parte de sus ganancias cada mes, pero en secreto se embolsaban las posesiones de las viudas, sacrificaban a Dios los animales cojos y robaban las ofrendas a Dios. Ellos mismos no practicaban la palabra del Señor. Para proteger su reputación y atrapar a la gente, hablaban de las cartas y de las doctrinas de la Biblia; se exaltaban a sí mismos y daban testimonio de cuánto sufrían y el precio que pagaban por ello. No exaltaban a Dios, ni apenas daban testimonio de Él. Y debido a que los líderes judíos desobedecieron la palabra de Dios, vivían en pecado y Dios los despreció, el Espíritu Santo abandonó a todo el judaísmo, y el templo, que solía albergar la gloria de Dios, se convirtió en guarida desolada de ladrones.
“Ahora las iglesias son todas iguales. Los pastores, los mayores y los trabajadores carecen de un corazón que venere a Dios, y tampoco prestan atención a las enseñanzas del Señor. Les enseñan a los hermanos y hermanas que hay que amarse los unos a los otros, y que hay amar al prójimo como a uno mismo, pero en realidad les tienen envidia a los compañeros de trabajo, y se pelean y conspiran los unos contra los otros sin nada de amor ni paciencia. Hablan de cartas y doctrinas para engañar a la gente, exaltarse a sí mismos y dar testimonio de cómo han trabajado y lo mucho que han sufrido para el Señor. Proclaman que son los más leales al Señor, y que el Señor los alzará al reino de los cielos cuando vuelva. Es así como atrapan con firmeza y bajo sus dominios a los creyentes. Los creyentes a los que guían se ven privados del alimento de la vida. Acaban perdiendo la pasión por la verdad, que solían tener, y se vuelven pasivos y débiles. Empiezan a seguir las modas del mundo en cuanto a diversiones, abandonan las enseñanzas del Señor y dejan de acudir a las reuniones. Las iglesias se han convertido en lugares de actividades religiosas, pero sin la obra del Espíritu Santo ni la bendición de Dios. Es tal como dijo Cristo: ‘Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará’ (Mateo 24:12). Así que, la razón principal de por qué el mundo de la religión ha perdido la obra del Espíritu Santo, es que los pastores y los mayores se han desviado del camino del Señor y Dios los ha abandonado.
“Otra razón importante de la desolación de las iglesias es que la obra del Espíritu Santo ha avanzado y Dios ha comenzado una nueva obra. Si no seguimos los pasos de la obra de Dios, nos precipitaremos dentro de un pozo oscuro, sin la obra del Espíritu Santo. Leamos juntos la Biblia. Amós 4:7 dice: ‘Y además os retuve la lluvia cuando aún faltaban tres meses para la siega; hice llover sobre una ciudad y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovía, y la parte donde no llovía, se secó’. Las Escrituras hacen referencia a dos casos: uno con lluvia y el otro sin ella. La ciudad con lluvia significa la iglesia con la obra del Espíritu Santo, mientras que la ciudad sin lluvia son las iglesias sin la obra del Espíritu Santo. Tanto si una ciudad recibe lluvia o no, está en las manos de Dios. Hacia finales de la Era de las Ley, la gente ya no respetaba la ley, y todos corrían el peligro de ser lapidados hasta morir o de arder en el fuego de los cielos. Dios no soportó ver a los hombres condenados a muerte por culpa de las leyes. De modo que, Él mismo se hizo carne y obró entre los hombres, redimiendo a la humanidad en nombre de Jesucristo. Los líderes del judaísmo, por aquel entonces, no buscaban de forma activa ni investigaban, sino que coaccionaban a la gente común a oponerse, a juzgar y a condenar la obra de Jesucristo junto con ellos, tanto es así que incluso crucificaron a Jesucristo. No eran capaces de seguir la nueva obra de Dios y perdieron la obra del Espíritu Santo. El resultado fue que cayeron en la oscuridad y fueron finalmente condenados y eliminados por Dios. Por aquel entonces, aquellos que abandonaron el templo a favor de la redención del Señor pudieron disfrutar del alimento y la guía del Espíritu Santo, viviendo bajo la gracia y la bendición del Señor”.
Cuando el hermano habló de los motivos de la desolación de las iglesias, las escenas de años recientes de la desolación en mi propia iglesia me vinieron a la mente: la fe de los hermanos y hermanas enfriándose; los predicadores recitando sermones sobre nada que no fueran sino tópicos rancios; los colaboradores luchando entre sí, etc. Estaba seguro de que mi iglesia había perdido la bendición del Señor.
A continuación le pregunté al hermano Xiang: “Hermano Xiang, tu comunicación se basa en la Biblia y se atiene a los hechos. Ahora entiendo las razones de la desolación de mi iglesia. Una es que los pastores, los mayores y los colaboradores no cumplen la palabra del Señor, sino que la desobedecen, ganándose así el disgusto de Dios. Otra razón es que nuestra iglesia ha perdido la obra del Espíritu Santo, y ya no seguimos las huellas de Dios. Me temo que si seguimos así, el Señor nos abandonará al igual que hizo con la gente del templo en la última era. ¡Gracias a Dios! Hermano Xiang, ¿qué debemos hacer para cambiar la situación actual de la iglesia? ¿Hay algún camino que podamos tomar?”
El hermano Xiang contestó: “Es obvio que la obra del Espíritu Santo no ha estado presente en tu iglesia. La única manera de revivir la iglesia es encontrando inmediatamente los pasos de Dios. Dondequiera que esté presente la obra del Espíritu Santo, también allí encontrarás la bendición de Dios. Tan sólo recuperando las pisadas de Dios, es como los creyentes obtendrán el alimento y apoyo que necesitan”.
El hermano Yang asintió la cabeza y dijo:y dijo: “Si creemos en el Señor, deberíamos obedecer Su palabra y seguir de cerca Sus pisadas, de modo que Dios nos pueda dar agua y ser nuestro Pastor. Tan sólo entonces, obtendremos la verdad y la vida, y no seremos abandonados ni eliminados por la obra del Espíritu Santo. El Señor les prometió a los que creyeron en Él que Él regresará. Hay indicios de que ya ha regresado. Sin embargo, no sabemos dónde ha aparecido ni dónde realiza Su obra, Por lo tanto, es imprescindible que busquemos las huellas de Dios. Tal como dice Jesucristo en la Biblia: ‘Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen;’” (Juan 10:27)
El hermano Xiang dijo: “Es cierto. Debemos seguir la huella de Dios, pero ¿qué es realmente lo más importante? Hace algún tiempo, leí unas palabras en internet: ‘[…] ya que estamos buscando las huellas de Dios, debemos buscar la voluntad de Dios, las palabras de Dios, las declaraciones de Dios, porque donde están las nuevas palabras de Dios, ahí está la voz de Dios, y donde están las huellas de Dios, ahí están los hechos de Dios. Donde está la expresión de Dios, ahí está la aparición de Dios, y donde está la aparición de Dios, ahí existe la verdad, el camino y la vida. Mientras buscabais las huellas de Dios, ignorasteis las palabras que dicen que “Dios es la verdad, el camino y la vida”. Y es que, cuando muchas personas reciben la verdad, no creen que han encontrado las huellas de Dios y mucho menos reconocen la aparición de Dios. ¡Qué error tan grave es ese!’ Estas palabras no dejan lugar a duda con respecto a cómo examinar el verdadero camino. Dios es la verdad, el camino y la vida. Si buscamos la huella de Dios, debemos buscar la expresión de Dios. Solamente cuando hayamos encontrado la expresión de Dios, podremos seguir Su obra. Esta es la única forma de investigar el verdadero camino”.
Aquel día me beneficié mucho de la comunicación del hermano Yang y del hermano Xiang. Encontré la manera de alcanzar la obra del Espíritu Santo. Ahora, estoy buscando y examinando el verdadero camino al lado de ellos.
Hermano Xunguang, es imprescindible que busquemos la obra del Espíritu Santo y sigamos la huella de Dios. Tan sólo cuando hayamos alcanzado de nuevo las pisadas de Dios y luego guiemos a los demás hermanos y hermanas a seguir esas pisadas, Dios no nos abandonará. Es más, lograremos la obra del Espíritu Santo, y nuestra iglesia revivirá de verdad. Estoy convencido de que mientras tengamos un corazón sediento y buscador, Dios nos guiará. Como dijo Jesucristo en una ocasión: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7).
Esto es lo que he querido compartir con vosotros en el día de hoy, y espero que os ayude. Si tenéis alguna pregunta, por favor, escribidnos y analizaremos vuestras inquietudes juntos.
Hermano Pengbo de P&R Espirituales
(Traducido del original en inglés al español por Eva Trillo)
Scripture quotations taken from LBLA. Copyright by The Lockman Foundation.