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Las diferencias entre la obra de Dios encarnado y la obra del Espíritu

Versículos bíblicos como referencia:

“Y Moisés dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y Jehová dijo: haré que mi benevolencia pase delante de vosotros y proclamaré el nombre de Jehová delante de vosotros; y mostraré mi gracia a quien mostraré mi gracia y seré misericordioso con quien seré misericordioso. Y él dijo: No puedes ver Mi rostro: porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33:18-20).*

“Y Jehová descendió sobre el monte Sinaí, sobre la cima del monte; y Jehová llamó a Moisés a la cima del monte; y Moisés subió. Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, para que no perezcan muchos de ellos. Y que también los sacerdotes, que vienen cerca de Jehová, se santifiquen, para que Jehová no prorrumpa sobre ellos” (Éxodo 19:20-22).*

“Y todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte que humeaba; y cuando el pueblo vio aquello, temblaron, y se mantuvieron a distancia. Entonces dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros y escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos” (Éxodo 20:18-19).

“Entonces vino una voz del cielo: Y le he glorificado, y de nuevo le glorificaré. Por eso la multitud que estaba allí y la oyó, decía que había sido un trueno; otros decían: Un ángel le ha hablado” (Juan 12:28-29).

Las palabras relevantes de Dios:

La salvación del hombre por parte de Dios no se lleva a cabo directamente utilizando el método del Espíritu y la identidad del Espíritu, porque el hombre no puede ni tocar ni ver Su Espíritu, ni tampoco acercarse a Él. Si Él tratara de salvar al hombre directamente utilizando la perspectiva del Espíritu, el hombre sería incapaz de recibir Su salvación. Si Dios no se hubiera vestido con la forma exterior de un hombre creado, no habría forma de que el hombre recibiera esta salvación, pues el hombre no tiene forma de acercarse a Él, igual que nadie podía acercarse a la nube de Jehová. Sólo volviéndose un ser humano creado —es decir, sólo poniendo Su palabra en el cuerpo de carne en el que está a punto de convertirse— puede trabajar personalmente la palabra en todos los que le siguen. Sólo entonces puede el hombre ver y oír personalmente Su palabra, poseer su palabra y, por estos medios, llegar a ser totalmente salvo. Si Dios no se hubiera hecho carne, nadie de carne y hueso podría recibir una salvación tan grande ni se salvaría una sola persona. Si el Espíritu de Dios obrara directamente en medio de la humanidad, la humanidad entera sería fulminada o, sin una forma de entrar en contacto con Dios, Satanás se la llevaría totalmente cautiva. La primera encarnación fue para redimir al hombre del pecado; para redimirlo por medio de la carne de Jesús; es decir, Él salvó al hombre desde la cruz, pero el carácter satánico corrupto todavía permanecía en el hombre. La segunda encarnación ya no tiene como propósito servir como ofrenda por el pecado, sino, más bien, salvar por completo a los que fueron redimidos del pecado. Esto se hace de tal forma que quienes han sido perdonados puedan ser librados de sus pecados, sean purificados completamente, y, al lograr un cambio de carácter, sean liberados de la influencia de la oscuridad de Satanás y regresen delante del trono de Dios. Sólo así puede el hombre ser plenamente santificado. Después de que la Era de la Ley llegó a su fin, y al comenzar la Era de la Gracia, Dios inició la obra de salvación, la cual continúa hasta los últimos días, cuando, al juzgar y castigar a la raza humana por su rebeldía, Él habrá purificado totalmente a la humanidad. Sólo entonces Dios concluirá Su obra de salvación y entrará en el reposo. Por tanto, en las tres etapas de la obra, Dios solo se ha hecho carne dos veces para llevar a cabo Él mismo Su obra entre los hombres. Esto se debe a que sólo una de las tres etapas de la obra consiste en guiar al hombre sobre cómo debe llevar su vida, mientras que, las otras dos, consisten en la obra de salvación. Sólo haciéndose carne puede Dios vivir junto al hombre, experimentar el sufrimiento del mundo, y vivir en un cuerpo normal de carne. Sólo de esta forma puede proveer a los hombres con el camino práctico que necesitan como seres creados. El hombre recibe la salvación plena de Dios a través de la encarnación de Dios, no directamente del cielo en respuesta a sus oraciones. Y, como el hombre es de carne, no tiene forma de ver al Espíritu de Dios y, mucho menos, de acercarse a Él. Lo único con lo que el hombre puede entrar en contacto es con la carne encarnada de Dios y sólo a través de esto es el hombre capaz de entender todos los caminos y todas las verdades y recibir la salvación plena.

Extracto de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”

La única razón por la que el Dios encarnado haya venido a la carne es por causa de las necesidades del hombre corrupto. Es por causa de las necesidades del hombre, no por las de Dios, y todos Sus sacrificios y sufrimientos son por el bien de la humanidad y no por el bien de Dios mismo. No hay pros y contras o recompensas para Dios; Él no va a segar una cosecha futura sino solo lo que desde el principio se le debía. Todo lo que hace y sacrifica por la humanidad no es para que pueda ganar grandes recompensas sino solo por el bien de la humanidad. Aunque la obra de Dios en la carne implica muchas dificultades inimaginables, los resultados que esta logra al final exceden por mucho los de la obra hecha directamente por el Espíritu. La obra de la carne conlleva muchas dificultades y la carne no puede poseer la misma identidad grandiosa que el Espíritu, no puede llevar a cabo los mismos hechos sobrenaturales que el Espíritu, mucho menos puede poseer la misma autoridad que el Espíritu. Aun así, la esencia de la obra hecha por esta carne común y corriente es muy superior a la de la obra hecha directamente por el Espíritu y esta misma carne es la respuesta a las necesidades del hombre. Para los que van a ser salvados, el valor de utilización del Espíritu es muy inferior al de la carne: la obra del Espíritu es capaz de cubrir todo el universo, a través de todas las montañas, ríos, lagos y océanos, con todo, la obra de la carne se relaciona de un modo más efectivo con cada persona con quien tiene contacto. Es más, el hombre puede entender mejor y confiar más en la carne de Dios que tiene una forma tangible, y puede profundizar más en el conocimiento que tiene de Dios, y puede dejar en el hombre una impresión más profunda de los hechos reales de Dios. La obra del Espíritu está envuelta en misterio; es difícil que los seres mortales la desentrañen y aún más difícil que la vean, y por eso sólo pueden confiar en imaginaciones huecas. La obra de la carne, sin embargo, es normal y se basa en la realidad, y posee una rica sabiduría y es un hecho que el ojo físico del hombre puede contemplar; el hombre puede experimentar de forma personal la sabiduría de la obra de Dios y no tiene necesidad de emplear su profusa imaginación. Esta es la exactitud y valor real de la obra de Dios en la carne. El Espíritu solo puede hacer cosas que son invisibles para el hombre y difíciles para que él se las imagine, por ejemplo, el esclarecimiento del Espíritu, el toque del Espíritu y la guía del Espíritu, pero para el hombre que es capaz de pensar, esto no le aporta ningún significado claro. Solo le proporcionan un toque o un significado amplio, pero no le pueden dar una instrucción con palabras. La obra de Dios en la carne, sin embargo, es muy diferente: implica la orientación exacta de las palabras, tiene una voluntad clara y tiene objetivos claros que se requieren. Y así el hombre no tiene que dar palos de ciego o emplear su imaginación, mucho menos hacer conjeturas. Esta es la claridad de la obra en la carne y su gran diferencia de la obra del Espíritu. La obra del Espíritu solo es adecuada para una esfera limitada y no puede reemplazar la obra de la carne. La obra de la carne le da al hombre metas mucho más exactas y necesarias y un conocimiento mucho más real y valioso que la obra del Espíritu. La obra que es de mayor valor para el hombre corrupto es la que le proporciona palabras exactas, metas claras que perseguir y que puede ver y tocar. Solo la obra realista y la guía oportuna son idóneas para los gustos del hombre y sólo la obra real puede salvar al hombre de su carácter corrupto y depravado. Esto solo lo puede lograr el Dios encarnado; solo el Dios encarnado puede salvar al hombre de su antiguo carácter corrupto y depravado. Aunque el Espíritu es la esencia inherente de Dios, una obra como esta solo la puede hacer Su carne. Si el Espíritu obrara completamente solo, entonces no sería posible que Su obra fuera efectiva, esta es la pura verdad.

Extracto de ‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne”

Aunque la carne encarnada de Dios está lejos de ser igual a la identidad y posición de Dios, y al hombre le parece que es incompatible con Su estatus presente, esta carne, que no posee la inherente imagen de Dios o la inherente identidad de Dios, puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer directamente. Tal es el inherente significado y valor de la encarnación de Dios y es este significado y valor lo que el hombre no puede apreciar y reconocer. Aunque toda la humanidad admira al Espíritu de Dios y menosprecia la carne de Dios, sin tomar en cuenta cómo vean o piensen, el significado y el valor reales de la carne superan con creces los del Espíritu. Por supuesto, solo es con relación a la humanidad corrupta. Para cualquiera que busca la verdad y anhela la aparición de Dios, la obra del Espíritu puede solo proporcionar un movimiento o una inspiración, y un sentimiento de asombro que es inexplicable e inimaginable, y un sentimiento que es grandioso, trascendente y admirable aunque también inasequible e inalcanzable para todos. El hombre y el Espíritu de Dios solo se pueden ver el uno al otro desde lejos, como si hubiera una gran distancia entre ellos y nunca pueden ser iguales, como si el hombre y Dios estuvieran separados por una división invisible. De hecho, esta es una ilusión que el Espíritu le da al hombre, porque el Espíritu y el hombre no son de la misma especie, y nunca van a coexistir en el mismo mundo y porque el Espíritu no posee nada del hombre. Así que el hombre no necesita al Espíritu porque el Espíritu no puede hacer directamente la obra que el hombre más necesita. La obra de la carne le ofrece al hombre objetivos reales que buscar, palabras claras y un sentimiento de que Él es real y normal y que es humilde y corriente. Aunque el hombre lo pueda temer, a la mayoría de la gente le es fácil relacionarse con Él: el hombre puede contemplar Su rostro y escuchar Su voz y no tiene que contemplarlo desde lejos. Esta carne se siente accesible a los hombres, no distante o insondable, sino visible y palpable, porque esta carne está en el mismo mundo que el hombre.

Extracto de ‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne”

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Cuando Dios no se había hecho carne aún, las personas no entendían mucho lo que Él decía, porque Su palabra procedía de la divinidad total. La perspectiva y el contexto de lo que decía eran invisibles e inalcanzables para el hombre; Él se expresaba desde una esfera espiritual que las personas no podían ver. Y es que quienes vivían en la carne no podían pasar por el mundo espiritual. Pero después de que Dios se hiciera carne, hablaba al hombre desde la perspectiva de la humanidad y Él salió y superó el alcance del mundo espiritual. Él podía expresar Su carácter, Su voluntad y Su actitud divinos por medio de cosas que los humanos podían imaginar, que podían ver y encontrarse en sus vidas; usando métodos que las personas podían aceptar, en un lenguaje que podían entender y un conocimiento que podían comprender, para permitirle así a la humanidad conocer y entender a Dios, comprender Su intención y los estándares que exige dentro del alcance de su capacidad y en la medida en que fueran capaces. Este era el método y el principio de la obra de Dios en la humanidad. Aunque Sus formas y Sus principios de obrar en la carne se consiguieron en su mayoría por medio de la humanidad o a través de ella, obtuvo resultados que realmente no se habrían conseguido obrando directamente en la divinidad.

Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en “La Palabra manifestada en carne”

Ahora el hombre ve que la obra de Dios encarnado es, ciertamente, extraordinaria, y que hay mucho en ella que el hombre no puede lograr, y que son misterios y maravillas. Por tanto, muchos se han sometido. Algunos nunca se han sometido a ningún hombre desde el día de su nacimiento, pero cuando ven las palabras de Dios hoy, se someten totalmente sin darse cuenta de que lo han hecho y no se atreven a examinar o a decir nada más. La humanidad ha caído bajo la palabra y yace postrada bajo el juicio de la misma. Si el Espíritu de Dios le hablara directamente al hombre, la humanidad entera se sometería a la voz, cayendo sin palabras de revelación, como cuando Pablo cayó al piso en medio de la luz de camino a Damasco. Si Dios continuara obrando de esta forma, el hombre nunca sería capaz de llegar a conocer su propia corrupción a través del juicio de la palabra y, así, alcanzar la salvación. Sólo haciéndose carne puede Dios transmitir personalmente Sus palabras a los oídos de todos los seres humanos de forma que todos los que tengan oídos puedan oír Sus palabras y recibir Su obra de juicio por la palabra. Sólo este es el resultado obtenido por Su palabra, y no que el Espíritu se manifieste con el fin de atemorizar al hombre para que se someta. Sólo a través de esta obra práctica, pero extraordinaria, puede el antiguo carácter del hombre, escondido profundamente en su interior durante muchos años, ser revelado plenamente de forma que el hombre pueda reconocerlo y cambiarlo. Todas estas cosas constituyen la obra práctica de Dios encarnado, en la cual, al hablar y ejecutar el juicio de una manera práctica, lleva a cabo el juicio sobre el hombre por la palabra. Esta es la autoridad de Dios encarnado y el sentido de Su encarnación. Se lleva a cabo para dar a conocer la autoridad de Dios encarnado, los resultados obtenidos por la obra de la palabra y que el Espíritu ha venido en la carne; además, demuestra Su autoridad a través de juzgar al hombre por medio de la palabra. Aunque Su carne es la forma externa de una humanidad común y corriente, los resultados conseguidos por Sus palabras muestran al hombre que Él está lleno de autoridad, que es Dios mismo y que Sus palabras son la expresión de Dios mismo. Por medio de esto, se muestra a toda la humanidad que Él es Dios mismo, que es Dios mismo hecho carne, que nadie puede ofenderlo y que nadie puede superar Su juicio por medio de la palabra, y que ninguna fuerza de oscuridad puede prevalecer sobre Su autoridad. El hombre se somete a Él por completo debido a que Él es la Palabra hecha carne, debido a Su autoridad y debido a Su juicio por medio de la palabra. La obra traída por Su carne encarnada es la autoridad que Él posee. La razón por la que Él se hace carne es porque la carne también puede poseer autoridad, y Él es capaz de llevar a cabo la obra entre los hombres de una manera práctica, de modo que sea visible y tangible para el hombre. Esta obra es mucho más realista que la realizada directamente por el Espíritu de Dios, quien posee toda la autoridad, y sus resultados también son evidentes. Esto se debe a que la carne encarnada de Dios puede hablar y obrar de una forma práctica. La forma externa de Su carne no tiene autoridad y los hombres pueden acercarse a ella, mientras que Su esencia conlleva autoridad, pero esta no es visible para nadie. Cuando Él habla y obra, el hombre es incapaz de detectar la existencia de Su autoridad; esto le facilita llevar a cabo obra de una naturaleza práctica. Toda esta obra práctica puede producir resultados. Aunque ningún hombre es consciente de que Él tiene autoridad ni ve que no se le puede ofender ni ve Su ira, Él alcanza los resultados deseados de Sus palabras a través de Su autoridad velada, de Su ira oculta y de las palabras que sólo Él pronuncia. Dicho de otra forma, el hombre se convence plenamente por medio de Su tono de voz, de la severidad de Su discurso y de toda la sabiduría de Sus palabras. De esta forma, el hombre se somete a la palabra de Dios encarnado, quien, aparentemente, no tiene autoridad, cumpliendo, de esta forma, el objetivo de Dios de salvar al hombre. Este es otro aspecto del sentido de Su encarnación: hablar de forma más realista y permitir que la realidad de Sus palabras tenga un efecto sobre el hombre de forma que este pueda dar testimonio del poder de la palabra de Dios. Así pues, si esta obra no se hubiera hecho por medio de la encarnación, no habría obtenido los más mínimos resultados y no sería capaz de salvar por completo a los pecadores.

Extracto de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”

Porque el que es juzgado es el hombre, el hombre que es de la carne y se ha corrompido, y no es el espíritu de Satanás el que es juzgado directamente, la obra de juicio no se lleva a cabo en el mundo espiritual sino entre los hombres. Nadie es más adecuado y está más calificado que Dios en la carne para hacer la obra de juzgar la corrupción de la carne del hombre. Si el juicio lo llevara a cabo directamente el Espíritu de Dios, entonces no lo abarcaría todo. Además, sería difícil que el hombre aceptara esta obra, porque el Espíritu no puede venir cara a cara con el hombre y, por esta razón, los efectos no serían inmediatos, mucho menos el hombre sería capaz de contemplar con mayor claridad el carácter de Dios que no se puede ofender. Satanás solo puede ser completamente derrotado si Dios en la carne juzga la corrupción de la humanidad. Al ser igual que el hombre poseyendo una humanidad normal, Dios en la carne puede juzgar directamente la injusticia del hombre; esta es la marca de Su santidad innata y Su atributo extraordinario. Solo Dios está calificado y en la posición de juzgar al hombre porque Él es poseedor de la verdad y la justicia y por eso es capaz de juzgar al hombre. Los que no tienen la verdad y la justicia no son aptos para juzgar a los demás. Si esta obra la hiciera el Espíritu de Dios, entonces no significaría una victoria sobre Satanás. Por naturaleza el Espíritu es más exaltado que los seres mortales y por naturaleza el Espíritu de Dios es santo y victorioso sobre la carne. Si el Espíritu hiciera esta obra directamente, no sería capaz de juzgar toda la desobediencia del hombre y no podría revelar toda la injusticia del hombre. Porque la obra de juicio también se lleva a cabo por medio de las nociones que el hombre tiene de Dios y el hombre nunca ha tenido ninguna noción del Espíritu y así el Espíritu es incapaz de revelar mejor la injusticia del hombre, mucho menos de descubrir por completo tal injusticia. El Dios encarnado es el enemigo de todos aquellos que no lo conocen. Por medio de juzgar las nociones del hombre y su oposición a Él, descubre toda la desobediencia de la humanidad. Los efectos de Su obra en la carne son más aparentes que los de la obra del Espíritu. Y así, el juicio de toda la humanidad no lo lleva a cabo directamente el Espíritu sino que es la obra del Dios encarnado. El hombre puede ver y tocar al Dios en la carne y el Dios en la carne puede conquistar por completo al hombre. En su relación con Dios en la carne, el hombre avanza de la oposición a la obediencia, de la persecución a la aceptación, de la noción al conocimiento y del rechazo al amor. Estos son los efectos de la obra del Dios encarnado. El hombre solo es salvo a través de la aceptación de Su juicio, solo llega a conocerlo poco a poco a través de las palabras de Su boca, es conquistado por Él durante su oposición a Él, y recibe la provisión de Su vida durante la aceptación de Su castigo. Toda esta obra es la obra de Dios en la carne y no la obra de Dios en Su identidad como el Espíritu.

Extracto de ‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne”

Lo mejor de Su obra en la carne es que Él puede dejar palabras y exhortaciones exactas y Su voluntad precisa para la humanidad para los que lo siguen, para que después Sus seguidores puedan, de una manera más exacta y más concreta, transmitir toda Su obra en la carne y Su voluntad a toda la humanidad para los que aceptan este camino. Solo la obra de Dios en la carne entre los hombres logra realmente el hecho de que Dios esté y viva junto con el hombre. Solo esta obra cumple el deseo del hombre de contemplar el rostro de Dios, de presenciar la obra de Dios, y de escuchar la palabra personal de Dios. El Dios encarnado da fin a la época cuando solo la espalda de Jehová aparecía a la humanidad y también concluye la época en que la humanidad tenía la creencia en el Dios ambiguo. En particular, la obra del último Dios encarnado trae a toda la humanidad a una época más realista, más práctica y más bella. Él no solo concluye la época de la ley y la doctrina; de mayor importancia aún, revela a la humanidad un Dios que es real y normal, que es justo y santo, que abre la obra del plan de gestión y demuestra los misterios y el destino de la humanidad, que creó a la humanidad y da fin a la obra de gestión y que ha permanecido oculto por miles de años. Da fin por completo a la época de ambigüedad y concluye la época en la que toda la humanidad deseaba buscar el rostro de Dios pero no era capaz de hacerlo, termina la época en la que toda la humanidad servía a Satanás y guía a toda la humanidad siempre hasta entrar a una era completamente nueva. Todo esto es el resultado de la obra de Dios en la carne en vez de la del Espíritu de Dios. Cuando Dios obra en Su carne, los que lo siguen ya no buscan y andan a tientas por esas cosas que parecen existir y no existir a la vez, y ellos dejan de adivinar la voluntad del Dios ambiguo. Cuando Dios esparce Su obra en la carne, los que lo siguen transmitirán la obra que ha hecho en la carne a todas las religiones y denominaciones, y van a comunicar todas Sus palabras a oídos de toda la humanidad. Todo lo que escuchen los que reciban Su evangelio van a ser los hechos de Su obra, van a ser las cosas que el hombre personalmente haya visto y escuchado y van a ser hechos y no rumores. Estos hechos son la evidencia con los cuales Él esparce la obra y también son las herramientas que usa para esparcir la obra. Sin la existencia de los hechos, Su evangelio no se esparciría a todos los países y a todos los lugares; sin los hechos sino sólo con las imaginaciones del hombre, Él nunca podría hacer la obra de conquistar todo el universo. El Espíritu no es palpable para el hombre y es invisible para el hombre, y la obra del Espíritu es incapaz de dejarle al hombre cualquier otra prueba o hechos de la obra de Dios. El hombre nunca contemplará el verdadero rostro de Dios, siempre creerá en un Dios ambiguo que no existe. El hombre nunca contemplará el rostro de Dios ni nunca escuchará las palabras que Dios habló personalmente. Las imaginaciones del hombre son, después de todo, huecas y no pueden reemplazar el verdadero rostro de Dios; el carácter inherente de Dios y la obra de Dios mismo el hombre no los puede imitar. El Dios invisible en el cielo y Su obra sólo pueden ser traídos a la tierra por el Dios encarnado que personalmente hace Su obra entre los hombres. Esta es la manera más ideal para que Dios e aparezca al hombre, en la que el hombre ve a Dios y llega a conocer el verdadero rostro de Dios, y esto no lo puede lograr un Dios no encarnado.

Extracto de ‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne”

La obra de Dios en la carne se debe hacer en la carne. Si el Espíritu de Dios la hiciera directamente no produciría resultados. Incluso si el Espíritu la hiciera, la obra no tendría gran significado y al final de cuentas sería poco convincente. Todas las criaturas quieren saber si la obra del Creador tiene significado, qué representa y en beneficio de qué es y si la obra de Dios está llena de autoridad y sabiduría y si es de sumo valor y significado. La obra que Él hace es para la salvación de toda la humanidad y con el objetivo de derrotar a Satanás y para dar testimonio de Él mismo entre todas las cosas. Como tal, la obra que Él hace debe ser de gran significado. Satanás ha corrompido la carne del hombre y la ha cegado profundamente y la ha dañado terriblemente. La razón fundamental por la que Dios obra personalmente en la carne es porque el objeto de Su salvación es el hombre, que es de la carne, y porque Satanás también usa la carne del hombre para turbar la obra de Dios. La batalla contra Satanás es en realidad la obra de conquistar al hombre y, al mismo tiempo, el hombre también es el objeto de la salvación de Dios. De esta manera, la obra de Dios encarnado es esencial. Satanás corrompió la carne del hombre y el hombre se convirtió en la personificación de Satanás y se volvió el objeto que Dios debe derrotar. Así, la obra de librar la batalla contra Satanás y salvar a la humanidad ocurre en la tierra y Dios se debe hacer humano con el fin de librar la batalla contra Satanás. Esta es una obra de la máxima realidad. Cuando Dios está obrando en la carne, en realidad está librando la batalla contra Satanás en la carne. Cuando obra en la carne, está haciendo Su obra en el reino espiritual y hace toda Su obra en el reino espiritual real en la tierra. El que es conquistado es el hombre, que lo desobedece a Él, el que es derrotado es la personificación de Satanás (por supuesto, este también es el hombre), que está en enemistad con Él, y el que al fin de cuentas es salvado también es el hombre. De esta manera, es hasta más necesario que Dios se haga un humano que tenga el caparazón externo de una creación, para que pueda librar la batalla real contra Satanás y conquistar al hombre, que lo desobedece y posee el mismo caparazón externo que Él, y salva al hombre, que es del mismo caparazón externo que Él y a quien Satanás ha dañado. Su enemigo es el hombre, el objeto de Su conquista es el hombre, y el objeto de Su salvación es el hombre que creó. Así que debe volverse humano y, de esta manera, Su obra se hace mucho más fácil. Es capaz de derrotar a Satanás y conquistar a la humanidad y, además, es capaz de salvar a la humanidad. […] Esta carne es tan importante para la humanidad porque es hombre y, más aún, Dios, porque puede hacer la obra que ningún hombre de carne común y corriente puede hacer, y porque puede salvar al hombre corrupto que vive junto con Él en la tierra. Aunque es idéntico al hombre, el Dios encarnado es más importante para la humanidad que cualquier persona de valor porque puede hacer la obra que el Espíritu de Dios no puede hacer, y es más capaz que el Espíritu de Dios para dar testimonio de Dios mismo, y es más capaz que el Espíritu de Dios para ganar por completo a la humanidad. Como resultado, aunque esta carne es normal y corriente, Su contribución a la humanidad y Su significado a la existencia de la humanidad, la hacen sumamente preciosa y el valor y el significado reales de esta carne son inmensurables para cualquier humano. Aunque esta carne no puede destruir directamente a Satanás, puede usar Su obra para conquistar a la humanidad y derrotar a Satanás y hacer que Satanás se someta por completo a Su dominio. Debido a que Dios es encarnado, Él puede derrotar a Satanás y es capaz de salvar a la humanidad. No destruye directamente a Satanás sino que se hace carne para hacer la obra de conquistar a la humanidad, a quien Satanás ha corrompido. De esta manera, está en mejores condiciones para dar testimonio de Él mismo entre Sus criaturas y está mejor capacitado para salvar al hombre corrompido. Que el Dios encarnado derrote a Satanás da un mayor testimonio y es más convincente que si el Espíritu de Dios destruyera directamente a Satanás. Dios en la carne está mejor capacitado de ayudar al hombre a conocer al Creador y está en mejores condiciones de dar testimonio de Él mismo entre Sus criaturas.

Extracto de ‘La humanidad corrupta necesita más que nadie la salvación del Dios encarnado’ en “La Palabra manifestada en carne”

Las citas bíblicas marcadas (*) han sido traducidas de AKJV.

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