Queridos hermanas y hermanos,
¡Que la paz del Señor sea con vosotros! Cada uno de nosotros conoce a los fariseos, que en la Era de la Ley eran los líderes más altos del judaísmo con un conocimiento íntimo de la Biblia y de las leyes. Habían estado anhelando la venida del Mesías durante generaciones, pero cuando Jesucristo apareció y comenzó Su obra, se resistieron frenéticamente y lo condenaron, y finalmente lo clavaron en la Cruz, cometiendo así un crimen atroz, Jesucristo los maldijo muchas veces, diciendo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!” (Mateo 23), enviando siete males sobre ellos. Sin embargo, la mayoría de los hermanos y hermanas no pueden ver a través de la fuente y la esencia de la resistencia de los fariseos hacia el Señor. Ellos piensan que los fariseos conocían bien la Biblia y que algunos incluso atravesaron océanos y continentes para predicar el Evangelio; con frecuencia compartían la Biblia con las personas en las sinagogas, se presentaban delante de la gente para orar, y parecían muy reverentes en el exterior, pero ¿cómo es que hicieron tales acciones diabólicas de resistencia y condena hacia Jesucristo? ¿Cuál es la razón detrás de esto? En cuanto a esta pregunta, mis compañeros de trabajo y yo la hemos discutido entre nosotros muchas veces, sin embargo, no hemos podido obtener una respuesta satisfactoria. Recientemente, conocí a un predicador que ha creído en el Señor durante muchos años, y por medio de lo que comparte con paciencia, finalmente comprendí que la resistencia y condena de los fariseos hacia Jesucristo no fue casual, sino que fue determinado por su esencia. Este es un momento clave para acoger la llegada del Señor. Para evitar seguir el camino de la resistencia a Dios de los fariseos y evitar hacer las malas acciones de oponerse y condenar a Dios, es necesario que compartamos la razón por la que los fariseos se oponían a Dios. ¡Que el Señor nos guíe! Ahora me gustaría compartir con ustedes lo que yo entiendo sobre este tema.
Hace 2000 años, cuando Jesucristo vino a la tierra a realizar Su obra, Él expresó el camino del arrepentimiento y a menudo enseñaba a los hombres, “y amaras al Señor tu Dios con todo tu corazon, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza. El segundo es éste: ‘Amaras a tu projimo como a ti mismo.’ No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12:30-31). Él también enseñó a los hombres que deben ser tolerantes y pacientes con los demás, perdonarlos setenta veces siete y amar a sus enemigos entre otras cosas. Mientras realizaba Su obra, Jesucristo sanó a los enfermos, expulsó a los demonios, otorgó abundancia de gracias a los hombres y realizó muchas señales y maravillas, tal como el alimentar 5000 personas con cinco hogazas de pan y dos peces, haciendo caminar al cojo y ver al ciego, calmando el viento y el mar y resucitando a los muertos con una sola frase. La obra de Jesucristo sacudió todo el estado judío. Mucha gente vio que Su obra y Su palabra tenían autoridad y poder y podía mostrarle al hombre el camino para practicar, de la cual reconocieron que Jesucristo era el Mesías esperado y así comenzaron a seguirlo. Y muchas personas fueron difundiendo el nombre de Jesucristo y dando testimonio de Su obra. Los fariseos, aunque habiendo sido testigos de la autoridad y del poder de la palabra del Señor, no buscaron ni investigaron Su obra en absoluto. En cambio, concluyeron que la obra de Jesucristo había excedido al Antiguo Testamento, condenándolo y diciendo que Él no guardaba el día de descanso y lo tentó. La Biblia registra que en el día de reposo, Jesucristo condujo a Sus discípulos a realizar Su obra y que cuando tuvieron hambre, arrancaron y comieron mazorcas. Debido a esto, los fariseos condenaron a Jesucristo por no guardar las leyes y los mandamientos y lo juzgaron diciendo, “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el día de reposo” (Juan 9:16). También hay registros preguntando a Jesucristo qué autoridad Él usaba para realizar milagros, si podían pagar impuestos al César y si Él era hijo de Dios, Cristo, etc. Jesucristo contragolpeó sus planes malvados con la verdad y la sabiduría. Sin embargo, los fariseos aún no buscaban la verdad en lo más mínimo, sino que se apoderaron de toda oportunidad para condenar a Jesucristo e incluso lo crucificaron. Viendo el juicio de los fariseos, así como su condena y tentación del Señor, se puede ver que eran arrogantes por naturaleza sin una pizca de reverencia u obediencia a Dios y que no eran amantes de la verdad en absoluto.
Más tarde, me encontré con el siguiente pasaje, “¿Deseáis conocer la raíz de la oposición de los fariseos a Jesús? ¿Deseáis conocer la esencia de los fariseos? Estaban llenos de fantasías sobre el Mesías. Aún más, sólo creían que Él vendría, pero no buscaban la verdad-vida. Por tanto, incluso hoy siguen esperándole, porque no tienen conocimiento del camino de la vida ni saben cuál es la senda de la verdad. Decidme, ¿cómo podrían obtener la bendición de Dios tales personas insensatas, tozudas e ignorantes? ¿Cómo podrían contemplar al Mesías? Se opusieron a Jesús porque no conocían la dirección de la obra del Espíritu Santo ni el camino de la verdad mencionado por Jesús y, además, porque no entendían al Mesías. Y como nunca le habían visto ni habían estado en Su compañía, cometieron el error de aferrarse en vano al nombre del Mesías mientras se oponían a Su esencia por todos los medios posibles. Estos fariseos eran tozudos y arrogantes en esencia, y no obedecían la verdad. El principio de su creencia en Dios era: por muy profunda que sea Tu predicación, por muy alta que sea Tu autoridad, no eres Cristo a no ser que te llames el Mesías. ¿No son estas opiniones absurdas y ridículas?” (“En el momento que contemples el cuerpo espiritual de Jesús, Dios ya habrá vuelto a crear el cielo y la tierra”). Estas palabras han revelado con claridad la raíz del porqué los fariseos se resistieron a Jesucristo. Ellos en esencia eran arrogantes y obstinados; no buscaron la verdad ni obedecieron la verdad, sino que delimitaron a Dios dentro de su propia concepción e imaginación y dentro de las letras de la Biblia, aferrados a la visión de que cuando Dios vino, Su nombre debía ser el Mesías y que cualquiera que no fuera llamado el Mesías no sería Dios. Por eso se negaron a reconocer a Jesucristo como el Mesías, sin importar cuán profundo y correcto fuera su predicación, cuánta autoridad y poder tenían sus palabras, o cuán beneficiosas eran para la gente. Incluso hicieron todo lo que pudieron para condenar a Jesucristo y negaron el hecho de que Él era Cristo y Dios mismo. Los fariseos no tenían conocimiento real de Dios y eran tan arrogantes y presumidos que tomaron su propia concepción e imaginación como la verdad y solo obedecieron al Dios evocado por lo que creían sin la más mínima intención de buscar o perseguir la verdad, Es justo como la revelación de Jesucristo a los fariseos: “Pero ahora procuráis matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. […] Y si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?” (Juan 8:40, 46). Es evidente que los fariseos eran arrogantes, obstinados y odiaban la verdad por naturaleza y que en esencia eran el demonio Satanás, los enemigos de Dios.
Cuando Jesucristo estaba predicando y realizando Su obra, Él expresó muchas verdades, otorgó al hombre el camino del arrepentimiento y realizó milagros, lo que condujo a que cada vez más personas lo siguieran. Al ver esto, los fariseos albergaron el odio en sus corazones, porque sabían claramente que, si Jesucristo continuaba lo que estaba haciendo, entonces todos los creyentes judíos pronto lo seguirían. En ese caso, nadie entraría en el templo para ofrecer sacrificios o el diezmo, mucho menos que alguien los adorara o contemplara o girara a su alrededor, y pronto todo el judaísmo sería paralizado y cerrado, o peor aún, sería anulado. Como resultado, para proteger su propio estatus y nivel de vida, los fariseos hicieron todo lo posible para resistir, condenar e inculpar a Jesucristo, esparciendo todo tipo de rumores para impedir que las personas lo siguieran, y desearan crucificarlo. Cuando Jesucristo fue clavado en la cruz, el sol se oscureció, la tierra tembló y la cortina del templo se abrió, y tres días más tarde Él resucitó. Después de enterarse de estos hechos, muchas personas se arrepintieron por sus pecados y volvieron a Jesucristo. Los fariseos, sin embargo, todavía se negaban a arrepentirse e incluso pagaron a los soldados para dar falso testimonio y decir que Jesucristo no había resucitado. Cuando los apóstoles difundieron el evangelio de Jesucristo, los fariseos los capturaron frenéticamente y los persiguieron, obstruyendo la propagación del evangelio. No solo blasfemaron ellos mismos y condenaron a Jesucristo, sino que también incitaron y engañaron a los creyentes para que se resistieran y lo condenaran. Se puede ver, a partir de estos hechos que los fariseos han amado particularmente el estatus, el poder estimado y perseguido para ser venerados y admirados desde abajo por otros. Agitaron la bandera de servicio a Dios hacia afuera, pero en realidad estaban sirviendo a su estatus y forma de vida; en realidad estaban compitiendo con Dios sobre el estatus y se resistían y competían con Dios. Querían prohibir la obra de Jesucristo para lograr su ambición de controlar permanentemente todo el judaísmo y establecer su propio reino independiente. Esto demostró totalmente su odio a la verdad y odio satánico a Dios por naturaleza. Tal como dice la Biblia, “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos convocaron un concilio, y decían: ¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en El, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación. […] Así que, desde ese día planearon entre sí para matarle” (Juan 11:47-48, 53). Estos versículos nos dicen cómo los fariseos hicieron todo lo que estaba en su poder para proteger su estatus y su sustento. Atacaron, desacreditaron y condenaron a Jesucristo con malicia deliberada. Prefirieron cometer pecados monstruosos, al resistirse y ofender a Dios y tener a sus hijos y nietos malditos que no clavar a Jesucristo en la cruz; el que expresó la verdad y redimió a la humanidad. Obviamente, Dios no tenía ni siquiera el lugar más pequeño en el corazón de los fariseos, y ellos consideraban sus posiciones y fuente de ingresos por encima de todo. Es por eso que cuando la obra de Dios amenazó sus posiciones y sus fuentes de ingreso, ellos podían ir tan lejos como para matarlo. No eran más que los anticristos que estaban en oposición y enemistad de Dios, los siervos malvados que devoraban las almas de los hombres y los engañaban hacia el infierno. Por lo tanto, Jesucristo denunció a los fariseos con los “siete males” debido a su comportamiento malvado. Esto muestra plenamente el carácter santo y justo de Dios que no puede ofenderse.
Vamos a compartir otro pasaje, “Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a la voluntad de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para enseñar a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonio jefes que estorban a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos que amenazan a los que buscan a Dios” (“Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él”). Los fariseos parecían devotos en el exterior, y estaban familiarizados con las escrituras y competentes en los estatutos y ordenanzas; frecuentemente exponían las escrituras a las personas en las sinagogas, y prestaban especial atención a participar en rituales religiosos y seguir las regulaciones. Sin embargo, no veneraban a Dios ni buscaban humildemente la verdad e incluso podían oponerse frenéticamente y condenar la obra de Dios. Esto fue suficiente para demostrar que los fariseos no tenían la más mínima comprensión de la voluntad de Dios y que no se concentraban en practicar las palabras de Dios ni obedecieron los mandamientos de Dios. Todo lo que hacían estaba completamente en contra de la voluntad y los requisitos de Dios y era parte de su intento de engañar y restringir a los demás. Solo buscaban establecerse para que fueran venerados y para gestionar y consolidar sus propias posiciones y fuentes de ingreso. Ellos viajaron por un camino falso de hipocresía y resistencia a Dios, ¡y en esencia eran los anticristos que odiaban la verdad y a Dios!
El fracaso de los fariseos que creían en Dios, pero resistían a Dios, es una lección que vale la pena absorber. No debemos repetir el error de los fariseos de ser alguien arrogante, obstinado y que odia la verdad, mucho menos debemos aferrarnos ciegamente a nuestras propias concepciones y a nuestra imaginación y confiar en ellos para definir el regreso del Señor. Ahora hay muchos hermanos y hermanas que sostienen el punto de vista de que desde que Jesucristo ascendió al cielo sobre una nube blanca después de Su crucifixión y resurrección, Él descenderá entre nosotros sobre una nube blanca cuando regrese. Es un hecho innegable que Jesucristo aparecerá públicamente, pero hay muchas profecías del Señor con respecto a Su regreso y por lo tanto no podemos simplemente prestar atención a algunos de ellas mientras descuidamos todas las demás, como “He aquí, vengo como ladrón” (Apocalipsis 16:15). “Porque como el relámpago al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día” (Lucas 17:24). Y “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). No podemos entender cómo regresará Jesucristo, por lo que no podemos comprender Su venida según el significado literal de las escrituras o definirla confiando en nuestras concepciones e imaginaciones. En cambio, debemos venir ante Dios más para buscar la verdad con un corazón temeroso de Dios y seguir la guía del Espíritu Santo. Solo así podemos evitar cometer el error de creer en Dios mientras nos resistimos como los fariseos. Cuando se trata de recibir al Señor, debemos ser las vírgenes sabias y aprender a escuchar la voz de Dios. Jesucristo dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad” (Juan 16:12-13). Y se profetiza muchas veces en el libro del Apocalipsis, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2, 3). Estos versículos nos dicen que cuando Jesucristo regrese en los últimos días, Él expresará más de la verdad. Como que solo Cristo es la verdad, el camino y la vida, Él que puede expresar la verdad es sin duda el Señor que regresa. Por lo tanto, debemos tener un corazón con temor a Dios y ser una persona que está dispuesta a aceptar la verdad. Cuando alguien testifique el regreso del Señor ante nosotros, no debemos condenarlo ciegamente, sino que debemos investigar y ver diligentemente si las palabras que Él expresa son la verdad, y si son las expresiones habladas del Espíritu Santo. Esta es la única manera para que nosotros recibamos el regreso del Señor.
(Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias Quirós)
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